miércoles, diciembre 28

La era del hibridismo, por Salvador Pániker

EL PAÍS - Opinión - 28-12-2005
Se nos antojan cada vez más bizantinas las grandes disquisiciones sobre conceptos absolutos (nación, patria, religión, etcétera). Ello es que pertenecemos a la era de la fluidez y el hibridismo. Los valores son cada vez más relativos, móviles, provisionales. Los territorios científicos son interdisciplinarios. La misma ética es, ante todo, ética aplicada y casuística. Y hablar de hibridismo es hablar de identidades múltiples, pluralismo a la carta, mestizaje cultural. Sucede que todo es hoy una mezcla felizmente poco consistente de actitudes y valores dispersos. De la gran matriz cultural, de los miles de matrices culturales, se pueden extraer combinaciones múltiples. Se puede ser a un tiempo anarquista, petimetre y budista. Homosexual y cristiano. Ateo y místico. Socialista y nacionalista. Caben todas las combinaciones imaginables. También las inimaginables. Y no hay que pensar que los distintos factores se relacionen causalmente: simplemente, conviven. Se interconectan. En algunos casos, claro, sí procede hablar de causalidad, pero ésta no es lineal sino cibernética, inscrita en redes complejas. Hay quien usa la palabra conectividad: interdependencia de ámbitos alejados entre sí, relaciones improbables. Fenómenos generalizados de ecología no lineal.
Sí, todo puede incidir sobre todo. O no incidir. Democracia y capitalismo, sin ir más lejos. En algunos países asiáticos existe hoy un pujante capitalismo, pero con poca libertad de expresión, poca independencia del poder judicial, poco espacio para los derechos humanos. Hablar de "confucianismo del desarrollo" resulta equívoco, pero no del todo desatinado. Ello es que los caminos que conducen a cualquier parte son múltiples. Así, los famosos análisis de Max Weber relacionando el nacimiento del capitalismo, no con el afán de enriquecimiento sino con la ética puritana del trabajo, también podrían trasladarse a las virtudes confucianas de justicia, honradez y respeto a los ancianos, las cuales tendrían como resultado una cierta austeridad que haría posible la acumulación capitalista. En rigor, cualquier teoría culturalista del crecimiento económico debe ser tomada con las mayores reservas. Las explicaciones -los "relatos"- son múltiples.
El caso es que la gente se siente hoy a la vez atraída y repelida por ese sincretismo escéptico que hace que todo se pueda cruzar, combinar, conectar. La nuestra, digo, es una época de hibridismo lúcido y fluido. Abundan, por ejemplo, los cristianos que sienten la necesidad de asomarse al exterior de su caverna, salir fuera de las cuatro paredes dogmáticas en que fueron educados; cristianos avisados de sus mil genealogías subterráneas, precisamente híbridas; cristianos que saben -o deberían saber- que el cristianismo tomó de Pitágoras la doctrina del cuerpo como prisión, que recogió de los egipcios el concepto de inmortalidad, que se inspiró en el budismo para el movimiento monástico; cristianos que conocen el legado judío, el helénico y, sobre todo, el romano: ya se sabe que la Iglesia quiso ser la continuación del Imperio Romano desde otras, no muy distantes, coordenadas (lo fundamentó San Agustín en La ciudad de Dios, y lo denunció el sagaz Hobbes a propósito del papado). Es frente a ese relativismo que se alzan las voces de la Iglesia oficial. Inútilmente. Porque los "grandes relatos" tradicionales se han disgregado. Porque el pluralismo es el trasfondo esencial de nuestro tiempo. Y pluralismo significa espacio laico.
Por otra parte, claro está, también presiona la otra cara de la moneda, la indigencia mental, el pluralismo degradado en dispersión perezosa, la tendencia a pensar a través de bloques erráticos y frases hechas, en el espacio yermo de las palabras demasiado usadas. A señalar que hubo un tiempo en que las palabras estaban vivas. Las palabras eran sacramento, energía sagrada. Jacob no vaciló en recurrir al engaño con tal de conseguir las palabras de Isaac. Su bendición. Las palabras, irreversibles, dejaban una huella imborrable. Isaac ya no pudo volverse atrás, Jacob huyó a esconderse. El verbo era carne. Las palabras, sí, eran sagradas, y quienes conocían el secreto de las mismas tenían el poder. Fue el caso de los brahmanes en la India, capaces de conjurar a los dioses y al destino. Los mismos himnos védicos, compuestos de palabras, se suponía que eran previos al universo, pues contenían las poderosas sílabas eternas de las que todo procede. Por ejemplo, OM.
Hoy todo es distinto. Hoy políticos y predicadores se desgañitan casi en vano. La otra faz del pluralismo híbrido, ya digo, es que las palabras no valen gran cosa (ocurría ya en tiempos de Shakespeare: words, words, words). La secularización tiene su coste. Se olvidaron los poemas primordiales. Publicamos miles de inútiles libros. Todo es inflación. Devaluación. Y, en consecuencia, nadie se fía de nadie. Es cierto, sí, que todavía la democracia, la empresa y el mercado necesitan la confianza de los ciudadanos para poder funcionar; pero se trata de una confianza devaluada y, ya digo, meramente funcional, y de ahí la exigencia de garantías, los contratos escritos, los registros de la propiedad, el aparato de justicia, la defensa del valor de la moneda, las instituciones, el Estado. Ello es que si nuestra época es esencialmente híbrida, también es escéptica, latentemente nihilista, vagamente incoherente, no lineal. Acontecimientos minúsculos provocan efectos impredecibles. Cuenta la trama biográfica de cada cual. Por ejemplo, el filósofo Zubiri, que jamás tuvo preocupaciones sociales, fue el maestro del teólogo de la liberación Ellacuría. Cualquier doctrina filosófica puede desembocar en cualquier práctica, o inhibición, política.
Conviene insistir, en todo caso, en que las redes no son lineales, la causalidad es cibernética y los acontecimientos se inscriben en una lógica da la complejidad. La gente ya no se sorprende, pongo por caso, de leer en la prensa que "las buenas noticias sobre el empleo hacen caer la Bolsa de Nueva York". Ya imaginan que alguna relación sistémica debe de haber entre subida del empleo (buena noticia), peligro de inflación (mala perspectiva) y subida de los tipos de interés (peor escenario para la Bolsa). Y así la Bolsa se apresura a "descontar" los posibles efectos sistémicos de un dato inicialmente bueno. Y la misma gente acaba comprendiendo que ya no hay buenas ni malas noticias absolutas. Lo que hay son diferentes articulaciones de los elementosque componen los sistemas finitos. Y precisamente un sistema es tanto más fértil y complejo cuantos más antagonismos albergue.
Finalmente, resulta obvio que todos los fundamentalismos que hoy emergen son intentos simplistas de atajar ese trasfondo de hibridismo fluido que genera inseguridad. Lo que ocurre es que para sobrevivir a la provisionalidad, a la complejidad y a la incertidumbre se requieren unas reservas de "libertad interior" que no todo el mundo posee. A menudo he señalado que conviene distinguir entre vida pública, vida privada y vida íntima. Algunos tienen vida pública, todo el mundo tiene vida privada, muy pocos tienen vida íntima. Si el movimiento hacia la secularización híbrida y global es imparable, la compensación sólo puede proceder de la "vida íntima". Entonces uno tiene "fe" -confianza en la realidad- sin necesidad de tener creencias dogmáticas. Uno configura su visión del mundo a la carta. Uno puede abandonarse al gozo de tomar de aquí y de allá, con cierta agilidad y despreocupación, a la medida de sí mismo. Que al fin y al cabo, ésta ha sido una de las conquistas fundamentales de la modernidad: el derecho de cada cual a ser cada cual. Un derecho que pocas veces ejercemos.

jueves, diciembre 15

Elecciones presidenciales: partidos y liderazgos, por Gonzalo Martner


La elección de diciembre de 2005 tiene una característica: se producen importantes distancias en los resultados de los grandes bloques políticos a nivel parlamentario y sus liderazgos presidenciales. Mientras la derecha suma 38,7 % en diputados a nivel nacional, sus candidatos presidenciales suman 48,6 % (25,4% y 23,2% respectivamente). Lavín desborda solo un punto sobre la UDI (fuerza que suma 22,3% del electorado), reduciéndose a representar su partido de origen. En cambio, Piñera agrega 11,3% a los votos de RN (partido que suma 14,1% del electorado). A la inversa, la Concertación logra un 51,8% de los votos a nivel de diputados, mientras Michelle Bachelet obtiene un 46% en la elección presidencial. El pacto Juntos Podemos Más obtiene un 7,4% de los votos y Tomás Hirsch un 5,4% de los mismos.
¿Es esta disparidad una situación nueva? Hay que remitirse a las elecciones de 1989 y 1993, en las que también existió la simultaneidad presidencial y parlamentaria (lo que no ocurrió en 1999). En 1989, la Concertación y la izquierda extraparlamentaria sumadas obtuvieron una votación (56,8%) algo superior a la de Patricio Aylwin (55,2%), candidatura presidencial que ambas fuerzas apoyaron, mientras en la derecha la situación fue de dispersión en dos candidaturas presidenciales (que sumaron 45% de los votos) y 5 listas parlamentarias (que sumaron 42% de los votos). En 1993, en su peor desempeño, la derecha tuvo dos débiles candidatos presidenciales que solo sumaron 30,6% de los votos, mientras su lista parlamentaria ahora unificada sumó un 36,7%. Eduardo Frei obtuvo un 58% y la Concertación una proporción algo inferior (un 55,4%), en su mejor momento histórico. La izquierda extraparlamentaria presentó 3 candidatos presidenciales que sumaron también su mejor registro, con un total de 11,4%, y dos listas parlamentarias que sumaron solo 7,8%. Para completar la descripción, cabe consignar que en primera vuelta en 1989 Ricardo Lagos obtuvo un 48% y en la siguiente elección parlamentaria de 1991 la Concertación obtuvo un 47,8% en diputados.
En suma, estamos frente a un fenómeno bastante novedoso: la distancia de 5,8% entre la Concertación y su candidatura presidencial. Existen en mi opinión dos explicaciones para este fenómeno.
La primera es que en el escenario político actual y futuro una candidatura presidencial DC pierde votos a la izquierda y una progresista pierde votos en parte del electorado moderado y conservador. Ya no es concebible que tan fácilmente una candidatura presidencial de la concertación tenga tantos votos como los que suman los candidatos a parlamentarios de sus partidos.
La segunda razón es que en esta específica elección Sebastián Piñera cosechó en el imaginario colectivo el ensalzamiento que buena parte de las élites hacen hoy de la figura del empresario. Ya no es el intelectual, el artista, el servidor público, el religioso, el dirigente social, el gestor comunitario, el que es valorado por su rol, que incluye una buena dosis de desprendimiento frente a lo material: hoy más de los que debieran no mantienen la necesaria distancia cultural y valórica frente a la codicia y al afán de lucro. No otra cosa es la motivación en la vida de empresarios especuladores como Sebastián Piñera. Que los que hacen de la ENADE el más importante de los escenarios de la vida nacional no se extrañen que por primera vez en Chile un multimillonario rentista obtenga el 25% de los votos.
Para que Michelle Bachelet gane bastaría que en segunda vuelta dos tercios de los que votaron por los candidatos al parlamento de la Concertación lo hagan por Michelle Bachelet. Lo que no es tan fácil de obtener, aunque se puede esgrimir al respecto un sólido argumento: de ganar Piñera, este no tendría sustento parlamentario ni social para gobernar, mientras su propia Alianza está fracturada hace años precisamente a propósito de su controvertida y ambiciosa figura. Y supone que el sistema político concertacionista se cuide de presentar, como con frecuencia algunos han hecho, a los partidos como el resumidero de los desperfectos humanos ni menos contribuir al desprestigio de sus parlamentarios. Con todos sus defectos, que de haberlos los hay, ambos actores han cumplido más que honorablemente sus deberes.
Si además se suma el voto de la izquierda extraparlamentaria, que debiera solicitarse formalmente en nombre de la común lucha antiderechista y del compromiso de hacer todo lo necesario para terminar con el sistema binominal y de gestionar el gobierno con participación y diálogo social, subordinando a la tecnocracia arrogante, entonces solo errores de magnitud debieran impedir el triunfo que lleve por primera vez a una mujer, y a una mujer de gran talento y capacidad, a la Presidencia de la República. Esa es la verdadera innovación y expresión de modernidad y no que gobierne alguien movido por dos de los más antiguos y menos nobles sentimientos humanos: el oportunismo y la codicia.

lunes, noviembre 28

Hacia una alianza de las civilizaciones, por Juan Ramón de la Fuente

EL PAÍS - Opinión - 28-11-2005

En 1950, el historiador británico Arnold Toynbee bautizó su gran obra con un título fascinante: Guerra y civilización. En su interpretación de las civilizaciones destacaba un supuesto esencial: la guerra. Señalaba, en efecto, que en el inicio y el fin de las civilizaciones existe siempre, de una suerte u otra, la guerra.
Casi cuarenta años después, en el verano de 1989, Francis Fukuyama, un profesor estadounidense incorporado a la Secretaría de Estado y la Rand Corporation, publicó un artículo que tuvo audiencia universal: El fin de la historia. Fukuyama proclamaba el fin de la historia, teniendo en su cabeza, como memoria, a Hegel. El fin de la historia gravitaba sobre una visión global: que la democracia y el mercado constituirían un nuevo consenso de legitimidad y, en consecuencia, que ni Marx ni los modelos totalitarios podrían superar ni impedir ese proceso.
El derrumbe del Muro de Berlín ese mismo año y la disolución posterior de la Unión Soviética, con la incorporación de los países del Este a las economías de mercado, depararon a Fukuyama una gloria efímera sobre el fin de la historia, y su antítesis real: la irreprimible marcha de la historia hacia nuevas y poderosas contradicciones. Tres años después, Fukuyama tuvo que escribir el libro El fin de la historia y el último hombre, en el que intentó matizar sus ideas, orientando su análisis hacia la legitimidad como concepto esencial de la política y, posteriormente, hacia la revolución biogenética.
La mención a textos tan explosivos nos conduce, ineludiblemente, al ensayo que Samuel Huntington publicara en 1993, El choque de las civilizaciones, artículo que causó un estallido polémico similar al de Fukuyama. Y si el derrumbe de los muros berlineses propició una breve gloria a Fukuyama, los atentados contra las Torres Gemelas lograron elevar a toda una nueva categoría "el choque de las civilizaciones". Huntington mantenía la tesis de que, al finalizar la guerra fría, las contradicciones de las civilizaciones reemplazarían a las ideologías como factor decisivo de los conflictos internacionales; pero se deslizaba, en tal hipótesis, una interrogación importante: ¿cómo construir la paz americana en un sistema unipolar? Dicho de otra manera, la pregunta sería: ¿cómo imponer, entre el equilibrio y el imperio, un proyecto consensuado de paz universal?
Huntington fue más allá con otro libro, ¿Quiénes somos? El desafío a la identidad nacional americana, en el que plantea el dilema estadounidense como originado por una grave perturbación cultural derivada de las poblaciones hispánicas y, sobre todo, del flujo migratorio mexicano. Esas poblaciones, según el autor, contradicen la trilogía sacra de la identidad estadounidense: blancos, anglosajones y protestantes.
Sin percibir siquiera su propio fundamentalismo, Huntington niega, con su tesis, a los Estados Unidos, porque las civilizaciones -incluida la estadounidense- han sido el fruto histórico de grandes mestizajes culturales. De ahí que su fracaso en Irak gravite sobre esa perentórica incapacidad para entender, comprender y asumir quién es el otro como sujeto histórico de una civilización que hizo posible, entre otras cosas, que en el siglo VIII Bagdad fuera bautizada como Medina al Salam, es decir, la Ciudad de la Paz.
Al revés del choque de civilizaciones, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió en 2001 establecer, como antítesis, el Programa Mundial para el Diálogo de las Civilizaciones. Enfrentaba así a la barbarie del atentado contra las Torres Gemelas del 11 de septiembre con una tesis fundada en la capacidad humana para explorar, frente al determinismo del terrorismo y la reacción imperial, un análisis más racional. Pero en el centro del debate cultural gravita también la necesidad de afirmar, frente a la simplificación que niega nuestra complejidad existencial, una variable no sólo racional, sino también ética y moral.
Rousseau, en su Émile, definía en una frase admirable la esencia del problema: "Quiero aprender a vivir". Parecería, sin embargo, que el ensayo existencial de nuestro tiempo plantea lo contrario: aprender a matar masivamente, como si el otro no existiera o no debiera existir.
Antes de la invasión a Irak, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tuvo que aceptar el verdadero significado del debate sobre la paz y la guerra. Un debate atrapado, desde el inicio, en un cuestionamiento de relevante significado moral: ¿existían causas objetivas, probadas, indiscutibles, evidentes, para desencadenar la guerra contra Irak bajo el supuesto de poseer armas de destrucción masiva? Las pruebas insuficientes, la imposición de una tesis sin su comprobación y la conclusión posterior, de que si no existían las armas de destrucción masiva, al fin y al cabo el mundo estaba mejor sin Sadam Husein, hicieron retroceder la historia de la humanidad a la barbarie. Es poco disputable decir que el vacío ético que ha dejado ese impulso destructor nos obliga, sin equívocos, a defender contra viento y marea el proyecto que el presidente del Gobierno español ha replanteado como alianza de las civilizaciones. Pero no sólo ritualmente, sino porque frente a la idea de la confrontación, es decir, frente al choque de las civilizaciones, es indispensable defender la identidad humana común, plural, compleja y mestiza. Identidad inseparable de la aventura del hombre por encontrar soluciones solidarias.
El imperativo moral de las democracias es que éstas no pueden ser una bandera para las conquistas, sino una bandera para la convivencia y la tolerancia. No existe, pues, el fin de la historia, sino lo contrario: la historia tiene que hacerse cada día, y tanto mejor si se asume que sólo desde el conocimiento se pueden afrontar las complejidades del existir.
Las universidades, como centros generadores y difusores del conocimiento, habrán de ser fundamentales en la construcción de esa historia que viene.
Por eso no podemos aceptar, como última razón, el choque de las civilizaciones; pero sí al revés: el diálogo y la alianza entre civilizaciones.
Es necesario reconocer también que la Universidad, a escala global, ha de ser la memoria colectiva y crítica de un planeta común. El hombre y la mujer del siglo XXI habrán de entender que el terrorismo suicida no es la expresión del islam ni de una civilización frente a otra. Es, en el fondo, una forma primaria y trágica de una catástrofe ideológica y social que no quiso advertir que la libertad sólo se realiza en la solidaridad y que sin la solidaridad la libertad se vacía de su validez universal. Somos libres porque somos solidarios.
Vuelvo a Toynbee, quien conversaba en 1963 con su hijo Philip, cuando éste le hizo, a quemarropa, una apremiante pregunta: "¿Crees en Dios?". A lo que Toynbee contestó: "Creo en Dios si las creencias hindúes o chinas están incluidas en la creencia en Dios. Pero me parece que los cristianos, judíos y musulmanes, en su mayoría, no admitirían esto y dirían que no es una genuina creencia en Dios". Me parece que esas palabras son hoy esenciales para el diálogo y la alianza entre civilizaciones. Las sugiero a manera de reflexión para avanzar en el tema. Respaldar la alianza de las civilizaciones es negarse a admitir que la guerra es la solución a un problema mal presentado y mal defendido, que no sólo distorsiona gravemente la realidad, sino que favorece la expansión de la violencia, y lo que es peor, hace de la violencia un mundo inédito para los suicidas a través del terrorismo.
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Juan Ramón de la Fuente es rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fragmentos del texto leído en la Universidad de Alcalá durante su investidura como doctor honoris causa el pasado lunes 21.

martes, noviembre 22

Entrevista a Gonzalo Martner, El Mostrador


-¿Cómo le ha ido en su campaña, considerando que Santiago Oriente es una zona con un alto número de votantes de derecha?
-Bueno, son un millón 600 mil electores y darse a conocer allí, con escaso recursos financieros como es mi caso, no es fácil, pero estamos haciendo todo lo posible por subir mi votación, lo que también es un aporte para la candidatura de Michelle Bachelet. Estoy contento y satisfecho porque esta campaña ha sido una instancia para conocer muchas situaciones y compartir con la gente. Bueno, también esto es el contraste que el país tiene, ya que en la zona oriente efectivamente está el barrio alto y también muchas zonas populares y uno dimensiona mucho más la tarea que debe hacer para disminuir las brechas sociales que hay en Chile.
-¿Qué le parecen los resultados de la encuesta CERC, donde aparece con menos de un 6 por ciento?
-Mi intención de voto es de un cinco por ciento. Bueno, Alejandro Foxley y Jaime Estévez sumaron 45 por ciento hace ocho años atrás, mientras que Soledad Alvear y yo vamos a tener una votación mayor que eso, aunque yo esté haciendo un aporte bastante menor, por cierto, pero eso es un dato que se sabía desde un principio.
-¿Hace un par de meses usted dijo que en estas elecciones quería tener una votación similar a la del candidato a senador de la UDI, Pablo Longueira, quien también postula por esa circunscripción?
-Cuando yo dije eso Longueira tenía un 14 por ciento de votación, y sinceramente yo no he subido mucho, sin embargo uno propone y es la gente la que dispone...
-¿Qué le parece la cantidad de recursos que estarían utilizando tanto Longueira como la candidata de RN, Lily Pérez, en esa zona?
-Aquí hubo una ley que buscó limitar los gastos de campaña y la verdad es que yo no veo que esté funcionando, hay un despliegue excesivo, un derroche de dinero, y seguimos con el problema. Nuestra democracia, en muchos sentido, es prisionera del dinero.
-¿Qué le parece que el candidato del Partido Comunista, Manuel Riesco, tenga una votación similar a la de usted, pese a que él ha hecho muy poca campaña electoral?
-Estoy consciente de eso, recordemos, en todo caso, que hace ocho años atrás Mireya Baltra sacó cerca de un ocho por ciento de los votos. Y sin duda que en esta zona hay un porcentaje de personas que está de acuerdo con las propuestas de la izquierda extraparlamentaria.
-¿Usted cree que hay alguna posibilidad de que el PC pueda llegar al Parlamento?
-A mí me parece que sí, porque ellos tienen el legítimo derecho de estar en el parlamento, si bien el sistema binominal en la actualidad lo hace imposible.

viernes, noviembre 18

El Continente ilícito, por Moisés Naím

EL PAÍS - Opinión - 18-11-2005

Cada noche, Fortuna García canta una nana a su hija Carmen cuando la niña de seis años se va a dormir en casa de su abuela en Cochabamba, Bolivia. Fortuna vive en Gaithersburg, Maryland, y no ha visto a Carmen desde que abandonó Bolivia hace tres años. Pero cada noche, gracias a una tarjeta telefónica de prepago y por menos de un euro, le canta a Carmen hasta que se duerme. Y cada mes, Fortuna manda unos 250 euros a su madre, que se ocupa de Carmen. Los envíos de Fortuna han ayudado a pagar las mejoras de la casa de su madre y también han costeado la operación que salvó la vida a su sobrina enferma. Fortuna es uno de los 500.000 extranjeros que entran ilegalmente en Estados Unidos cada año, una cifra que no ha descendido de sus niveles previos al 11-S, a pesar de los esfuerzos por fortificar las fronteras de EE UU. Debido a que es una inmigrante ilegal, Fortuna carece de una cuenta bancaria en Estados Unidos y, por tanto, recurre a un encomendero, un compatriota boliviano que, por una comisión, entrega en mano el dinero que ella y sus vecinos de su comunidad de expatriados envían habitualmente a casa. Estos canales informales que se utilizan para mover dinero internacionalmente son comunes a muchos grupos de inmigrantes. Entre los inmigrantes de Oriente Próximo y el sur de Asia, el sistema se denomina hawala. Entre los chinos se conoce como chop.
Hace poco en una reunión en Argentina los jefes de Estado de América Latina tuvieron fuertes enfrentamientos sobre cómo promover el libre comercio en las Américas sin llegar a ningún acuerdo. Mientras tanto, los traficantes ilegales -de gente, dinero, drogas, armas o artículos falsificados- están teniendo enorme éxito conectando el Sur con el Norte y transformando a ambos en el proceso. Puede que los acuerdos de libre comercio no estén prosperando en las Américas, pero el comercio ilícito sin duda está en pleno apogeo.
Fortuna García y otros latinoamericanos que viven en el extranjero enviaron casi 40.000 millones de euros a sus países de origen el año pasado, más que todas las empresas multinacionales juntas y mucho más que todas las ayudas externas repartidas por EE UU, la Unión Europea, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. El flujo de capital ya supone un 10% del PIB de Latinoamérica, y está creciendo a más de un 10% anual. Algunas transferencias son realizadas por emigrantes legales a través de canales legítimos, pero un porcentaje importante se gana y envía de forma ilícita.
Pero los narcóticos, que no los envíos de dinero, son la principal actividad ilegal en Latinoamérica y una importante fuente de divisas extranjeras. Según Naciones Unidas, las ventas de droga en el extranjero superaron con creces los 64.000 millones de euros en productos agrícolas que la región exporta cada año. Para muchos países latinoamericanos, las drogas no son sólo la principal y más lucrativa exportación, sino también una importante fuente de poder político y, lamentablemente, también una letal fuente de violencia y conflicto social.
Brasil, por ejemplo, ya no es tan sólo una ruta de tránsito para la droga transportada desde los Andes a Europa, sino que se ha convertido en un enorme mercado de consumo final. En la frontera entre EE UU y México, poderosas bandas de traficantes rivales están librando una intensa batalla entre sí y contra el Gobierno. En Bolivia, los carteles de la cocaína han forjado complejas alianzas con grupos indígenas politizados dispuestos a hacerse con el control del país. Recientemente, militares de alto rango venezolanos fueron acusados por el Gobierno de EE UU de tráfico de drogas, cargos que el presidente Hugo Chávez inmediatamente desechó como otro intento de Bush y su Gobierno de desestabilizar su régimen. Meses antes, Venezuela había sido incluida en la lista de los peores países del mundo en cuanto a su tolerancia con los traficantes de personas. No cabe duda de que, independientemente de la animadversión de Bush hacia Chávez, Venezuela, gracias a sus muy porosas fronteras, un sistema financiero muy vulnerable al blanqueo de dinero, un sistema judicial muy débil, policías plagadas de corrupción y su especial localización geográfica, se ha convertido en un importante puente facilitador del comercio internacional ilícito.
Y no es sólo Venezuela, por supuesto. La mitad de la actividad económica de Latinoamérica se desarrolla en el sector informal. Muchos de esos empleos son precarios, pero, según encuestas, los trabajadores a menudo los prefieren a los trabajos tradicionales, ya que, en el sector informal, ganan más y son más independientes. De hecho, sólo se considera "grandes" a un 2% de las empresas formales de Latinoamérica, e incluso las que son grandes en Latinoamérica son bastante pequeñas según criterios internacionales. Por el contrario, la economía ilícita de la región es enorme y su competitividad es de nivel mundial. Las economías latinoamericanas nutren toda clase de redes empresariales importantes, altamente globalizadas y eficaces que son capaces de transportar personas o droga desde los lugares más remotos de los Andes o la jungla amazónica a Miami o Amsterdam en cuestión de días. Pocas empresas latinoamericanas formales son así de competitivas y eficientes.
La economía ilícita prospera a plena vista y conecta a América Latina con el resto del mundo de muy poderosas y a menudo delictivas maneras. Desde esta perspectiva, los furiosos debates que enfrentan a los presidentes latinoamericanos sobre el tema del libre comercio lucen menos importantes. Los acuerdos de libre comercio se firman entre Gobiernos, e involucran principalmente a empresas exportadoras en el sector más formal. Estos enfrentamientos ideológicos ignoran la realidad de que mientras la economía formal está creciendo poco y creando insuficientes empleos, el sector informal y su hermano siamés, el tráfico ilícito, están experimentando un gran boom.
El libre comercio y los flujos internacionales de capital ya son una realidad incontrovertible de las economías latinoamericanas. Lástima que muchos de ellos sean ilícitos.

miércoles, octubre 12

Entrevista a Jorge Arrate, El Mostrador

Candidato a senador por la IV Región, Jorge Arrate: 'Después de las elecciones el PS debe abrir diálogo con el PC' por Susana Jaramillo
El ex ministro del Trabajo y de Educación califica de positiva su campaña parlamentaria en la circunscripción de Coquimbo y La Serena. No obstante, condena que la postulante de la UDI, Evelyn Mathei, tenga un comportamiento agresivo a la hora de discutir temas de fondo. Y en la política grande llama a acumular más fuerzas en la Concertación para ''aislar y reducir a la derecha''. Hace unos pocos días, el candidato a senador por la Cuarta Región, el socialista, Jorge Arrate, fue proclamado en La Serena, en un acto en el cual participó no sólo el presidente de su partido, Ricardo Núñez, sino también el jefe de la campaña parlamentaria del PPD, Jorge Schaulsohn. Según Arrate, esto demuestra una vez más que el conflicto de la Sexta Región entre ambos partidos está sólo concentrado allí y que en el resto del país el bloque progresista está actuando de manera unitaria. También hace una positiva evaluación de su campaña; sin embargo, critica la actitud que ha sostenido durante estos días la candidata a senadora de la UDI, Evelyn Matthei. A su parecer las “artimañas” que está utilizando la parlamentaria díscola en la campaña demuestran que la derecha está complicada, porque en estas elecciones no puede tener un buen resultado y es posible que la Concertación logre doblar en cuatro circunscripciones. En cuanto a la posibilidad de crear un Partido Por el Progreso, para el ex ministro del Trabajo no es el momento de discutir esta materia. No obstante, se muestra plenamente partidario de que el PS –después de las elecciones de este 11 de diciembre- inicie un diálogo con los comunistas y las fuerzas que integran el Pacto Juntos Podemos Más.
-¿Cuál es la evaluación que hace de su campaña parlamentaria hasta el momento?
-Yo tengo una evaluación muy positiva. Estoy trabajando directamente con los candidatos a diputados Marcelo Díaz, Adriana Muñoz y Francisco Encina. En cuanto a mi relación con el compañero de lista, el candidato de la Democracia Cristiana, Jorge Pizarro, mi campaña está centrada en que la Concertación gane los dos senadores en esta región, de modo que se trata de sumar votos para doblar a la derecha, ya que, gracias al sistema binominal que dejó Pinochet, la UDI y RN se parapetan en un tercio de los votos y así pueden lograr más representación. Entonces, aquí se dan todas las condiciones para que podamos duplicar a la derecha, y que, en definitiva, en la Cuarta Región no sólo haya un senador demócrata cristiano sino que también uno de izquierda, como en el pasado siempre fue.
-¿Cómo ha sido la relación con la candidata a senadora de la UDI, Evelyn Matthei?
-Estamos en estos días en un polémica bastante fuerte con esta señora sobre temas de fondo, que trato de mantener con altura; sin embargo, con ella parece que no es fácil y además hubo una grave denuncia formulada por dirigentes de la campaña de Michelle Bachelet, señalando que hay activistas de Matthei que le aseguran a los habitantes de Choapa que esta militante de la UDI es partidaria de la abanderada oficialista con el objeto de engañarlos y así conseguir su voto. Si esto es efectivo a mí me parece muy serio y espero que la señora Matthei se encargue de aclarar públicamente esta situación.
-¿La derecha estaría demostrando con este tipo de estrategia que está muy complicada en la Cuarta Región?
-Yo creo que la derecha está muy complicada en todo Chile. Aquí se está dando un cuadro en que la Concertación tiene una gran opción de doblar en las regiones Duodécima, Octava, Santiago Poniente y en la Cuarta. Si nosotros logramos sacar dos senadores en cuatro regiones vamos a lograr tener en el Senado el quórum necesario para derrotar el sistema binominal y las leyes electorales que dejó vigente la dictadura de Pinochet y que no han podido derogarse.
-¿Si llega al Senado cuáles serán sus propuestas como legislador?
-Las voy a anunciar en breve porque tengo un diálogo muy intenso con los especialistas y organizaciones sociales de la zona. Entonces de aquí a un par de semanas yo voy a fijar prioridades en mi eventual función legislativa. Voy a señalar un cierto número de compromisos nacionales y regionales que voy a asumir.
”El PS debe iniciar un diálogo con la izquierda extraparlamentaria”
-¿Cómo se recomponen las relaciones al interior de la Concertación, después de estas elecciones, porque mucho se ha hablado de formar un Partido Por el Progreso?
-Yo creo que no es el momento de discutir esos temas, aunque tengo un criterio general sobre esta materia. Para hacer las modificaciones en orden a que el país se transforme en un Chile más justo y más democrático necesitamos más fuerza de la que acumula la Concertación. Yo soy partidario que el oficialismo se abra a un diálogo positivo, constructivo con los sectores de izquierda que están fuera del Parlamento y comience a construir una relación política que permita en el futuro enfrentar los desafíos electorales y nacionales, por lo menos con ciertas bases comunes. Ese es mi criterio general. Repito: yo estoy porque acumulemos fuerza para aislar y reducir a la derecha.
-¿Usted cree que es factible integrar a los comunistas no sólo a través de un pacto electoral sino que con proyectos e ideas asumidas en conjunto?
-Yo no veo por qué razón la Concertación no ha sido capaz de establecer diálogos con el Partido Comunista y con las fuerzas que agrupa el Juntos Podemos para buscar puntos de coincidencias. Se trata de fuerzas democráticas que respetan estrictamente las disposiciones legales vigentes y que de manera absolutamente injustas han sido excluidas del Congreso durante 15 años. Es un deber moral tanto nuestro, de los socialistas, como de la línea progresista de toda la Concertación, establecer un diálogo con estos sectores, aunque esto no signifique necesariamente concordar pero si buscar los puntos comunes para ir construyendo formas de colaboración que permitan en Chile unir a todos los sectores populares contra la derecha.
-¿Ese diálogo debería instalarse desde el próximo año, cuando llegue un eventual cuatro gobierno de la Concertación?
-Esto debió haberse hecho hace mucho tiempo y ante eso no me explico por qué para estas elecciones no se concretó un acuerdo electoral. Yo he sido partidario desde siempre de esto y lo seguiré siendo. De modo que tan pronto los partidos terminen sus tareas electorales, hay que plantearse este tema y abrirse los canales de diálogos, ya que esto no compromete a nada, no significa concesiones sino que abrir las puertas para compromisos que sean de valor para el país.
-¿Y esto debe hacerse en el marco de un Partido Por el Progreso?
-Eso no lo he pensado. Soy socialista hace 42 años y pienso desde mi partido, y es de allí donde yo planteo mis propuestas y mantengo un diálogo político intenso.

martes, octubre 11

Modernización constitucional, por Francisco Zúñiga

El horizonte que hoy asumimos, cerrada en lo formal la transición política con esta reforma constitucional, es la asunción futura de una nueva Constitución de origen democrático o una reforma de “segunda generación”.
El sistema social y económico que la Constitución consagra y que es herencia perdurable de la refundación autoritaria del capitalismo en Chile, se mantienen en gran medida porque se han aceptado reglas de una economía de mercado en que las diferencias son de matices, matices que resultan importantes las más de las veces, especialmente cuando entran en tensión la subsidiariedad y la solidaridad como principios rectores de la ingerencia estatal en la economía y la sociedad civil. Por ello, la mirada o aproximación de futuro a la reforma constitucional invita a una apertura del techo ideológico de la Constitución y a un enriquecimiento de ésta por el aporte de un constitucionalismo democrático y social, que se aquilata en los valores y principios de la solidaridad y de un Estado social (...) Estos valores, principios y nuevos derechos constitucionales se erigen en verdaderas directrices de los poderes públicos para desarrollar una actividad promocional y prestacional, que concilie libertad civil y política con igualdad material.
Con todo, el consenso necesario en torno a las reformas políticas fue posible gracias a que el principal “cuello de botella” (sistema electoral, en particular el binominalismo en las elecciones parlamentarias), en la reforma fue trasladado al dominio del legislador orgánico, pero con un quórum calificado para esta legislación (...) reincidiendo en esta modalidad de amarres institucionales, probablemente inspirado en una razón de realismo político, que no hace sino postergar sine die el debate acerca de la fórmula electoral adecuada para conciliar gobernabilidad y participación.
Este debate en torno al sistema electoral público y la fórmula electoral en materia de comicios parlamentarios debe ser un tema de debate público, que dé cuenta de los déficit del binominalismo, no sólo derivados de su origen autoritario en cuanto a “amarre o enclave”, sino de las distorsiones que genera en la participación ciudadana (variables demográfica y geográfica) de sobre o subrepresentación, forzando la competencia bipolar (al no lograr el bipartidismo) de alianzas o pactos, y trasladando al interior de las alianzas o pactos la competencia político-electoral con exclusión de las minorías. Todo ello redunda en un deterioro de la calidad de la política, envejecimiento del padrón electoral y un empate político, que genera la imposibilidad de un debate público y democrático de los grandes temas que se resuelva institucionalmente.
El saldo pendiente de la reforma constitucional antes reseñado son temas que constituyen un acerbo valioso para una teoría de un constitucionalismo democrático y social y para la cultura jurídica y política, a lo que sumamos los temas de futuro. Con ello, aspiramos a contribuir a superar una cierta deuda en cuanto aporte a la cultura jurídica del constitucionalismo democrático y social, del cual somos en gran parte responsables. En efecto, históricamente el progresismo, en particular, adolece de una cierta “anorexia” en el campo de la cultura jurídica.
A temas como el reconocimiento de pueblos indígenas, cultura, lengua y tradiciones, recepción de la cláusula de estado social y democrático de derecho, nuevos mecanismos de participación directa de la ciudadanía como el referéndum, iniciativa y revocatoria, instauración de un consejo económico y social, creador de un defensor del pueblo o del ciudadano para una mejor protección de los derechos humanos en particular frente a la administración y empresas de servicios públicos y mejor tutela de derechos mediante una cláusula antidiscriminación y un amparo constitucional extraordinario ante el Tribunal Constitucional, se suman otros temas de futuro, verdaderas ideas fuerza, que deben ser propias de la teoría-praxis del constitucionalismo democrático y social.
En la nueva justicia constitucional es uno de los contenidos sustantivos de la reforma. Es sabido que el Tribunal Constitucional es el guardián de la Constitución es un estado de derecho, por lo que su integración debe gozar de la mayor legitimidad democrática indirecta posible y sus miembros de la mayor calificación profesional. Por ello, la reforma recompone el tribunal (...) Los miembros del tribunal conservan su estatuto asegurándose su régimen de prohibiciones, en razón del crecimiento notable de su competencia. Ésta última es reforzada en el campo del control abstracto, preventivo, facultativo o preceptivo de las normas (los tratados internacionales, los proyectos de ley, los reglamentos de ejecución y autónomos) y ampliada al control de constitucionalidad de autos acordados de tribunales superiores de justicia, tribunal calificador de elecciones, heterocomposición de “contiendas de competencia” o conflictos de jurisdicción entre autoridades políticas o administrativas y tribunales de justicia que no corresponden al Senado y también a la acción de inaplicabilidad y cuestión de inconstitucionalidad.
Una muy especial mención requiere el nuevo control concreto, represivo, facultativo vía acción de inaplicabilidad, y el eventual control vía cuestión de inconstitucionalidad, de oficio o vía acción pública. En el primer caso, la sentencia estimatoria tiene efecto personal inter pares y su contenido es inconstitucionalidad - inaplicación, y en el segundo tiene efecto personal erga ommes y su contenido es inconstitucionalidad - anulación. Es decir, el control concreto es una tremenda herramienta de examen de constitucionalidad y depuración de normas, que concentra y monopoliza el contencioso constitucional en el TC, poniendo fin a la posibilidad de un sistema difuso de control o el empleo de la casación como herramienta (...).
Cabe destacar que en la aproximación o mirada de futuro, inspirada en una teoría - praxis de constitucionalismo democrático o social, nos debemos hacer cargo de una cierta “insularidad” que aqueja a nuestro derecho constitucional en particular y a nuestra cultura jurídica en general, sobre los temas de integración y globalización y que cristalizan en una Constitución y una cultura jurídica anticuada. Por ejemplo, nuestro Tribunal Constitucional declaró en 2003 inconstitucional ciertas disposiciones del Estatuto de Roma sobre la Corte Penal Internacional, fundado en que dicho tratado establecía una delegación de potestades soberanas, que se opone a la unidad o indivisibilidad de la soberanía del Estado, lo que trasunta, amén de razones doctrinarias, una mirada anticuada o decimonónica acerca del valor de los derechos humanos en el mundo de hoy. Ello hace necesaria una nueva mirada desde la Constitución a la globalización, que no sólo concierne a la lex mercatoria sino a la protección internacional y supranacional de los derechos humanos. Esta nueva mirada debe cristalizar en las reformas de “segunda generación” para hacer posible una efectiva globalización.
El horizonte que hoy asumimos, cerrada en lo formal la transición política con esta reforma constitucional, es la asunción futura de una nueva Constitución de origen democrático o una reforma de “segunda generación”, que incorpore entre otros los aportes de la teoría - praxis del constitucionalismo democrático y social, que mire al perfeccionamiento de la república democrática, la conformación de un Estado regional y la organización de un estado de derecho y nuevos derechos, asumiendo en la edificación del orden político estatal como decisión básica, la fórmula del estado social y democrático de derecho.
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Síntesis de “Chile 21 reflexiona al Chile del XXI, Tomo II. Desarrollo Democrático”.
(Ediciones Chile 21)

lunes, septiembre 12

La extrema desigualdad, por Joaquín Estefanía

EL PAÍS, 12-09-2005

Pasado mañana comenzará en la ONU una cumbre, coincidente con el 60º aniversario de su fundación, que reunirá la mayor concentración que nunca se ha dado de dirigentes mundiales. En ella deben debatirse aspectos tan centrales para el bienestar de los ciudadanos y la gobernabilidad de la globalización como los Objetivos para el Desarrollo del Milenio, la Alianza de Civilizaciones, el cambio climático o la reforma funcional de las propias Naciones Unidas, para hacerlas más democráticas, más funcionales y más transparentes.
La discusión llega precedida de tres acontecimientos, de distinta naturaleza, que marcarán sus conclusiones. Por orden de su aparición en el tiempo, en primer lugar, la presencia de un nuevo embajador norteamericano en la ONU, John Bolton, un aguerrido neocons cuyo nombramiento supone algo así como instalar a la zorra en el gallinero. Bolton, que se opone a las reformas que abandera el secretario general de la ONU, Kofi Annan, escribió de forma premonitoria cuando era subsecretario de Estado para el Control de Armas y Asuntos Internacionales, con Bush: "Las Naciones Unidas no existen. Existe una comunidad internacional que sólo puede ser dirigida por la única potencia real que queda en el mundo, los EE UU, cuando ello se ajusta a nuestros intereses y cuando podemos convencer a otros de que nos sigan".
El segundo hecho han sido las denuncias por corrupción en el programa Petróleo por Alimentos, que debilitan a Annan, que acaba de declarar que como jefe administrativo de la ONU debe asumir sus responsabilidades.
El último acontecimiento ha sido la presentación del informe anual del Programa de la Naciones Unidas sobre el Desarrollo (PNUD). Sus conclusiones indican que los objetivos de desarrollo del milenio, suscritos por 189 países en el año 2000, van extraordinariamente retrasados. Éstas son algunas de las cuantificaciones del PNUD: las 500 personas más ricas del mundo reúnen más ingresos que los 416 millones de ciudadanos más pobres, lo que explica una inmensa desigualdad; el 40% de la población mundial sólo logra el 5% de los ingresos totales, mientras el 10% más pudiente reúne el 54%; 460 millones de personas de 18 países (la mayor parte de ellos de África y la antigua Unión Soviética) han empeorado su nivel de vida respecto al principio de la década de los noventa; cada día mueren 30.000 niños por causas evitables, etcétera.
Recordemos que entre los Objetivos del Milenio figura reducir a la mitad el porcentaje de personas cuyos ingresos sean inferiores a un dólar por día y disminuir un 50% el porcentaje de personas que padecen hambre antes del año 2015. Pero el embajador americano quiere eliminar los pocos elementos de concreción que existen en esos objetivos y dejar reducidas las conclusiones de la ONU a una llamada genérica -y por tanto, retórica- a la lucha contra la pobreza. Al contrario, las principales organizaciones no gubernamentales, que hacen de auditoras del esfuerzo real de los gobiernos (no de sus declaraciones teóricas), pretenden calendarios vinculantes en cuanto a las medidas que pueden inducir a esta reducción de la pobreza y el hambre: fechas para que los países desarrollados lleguen a aportar el 0,7% de su PIB en ayuda al desarrollo (España se ha comprometido a llegar al 0,5% al final de esta legislatura y al 0,7% al acabar la siguiente, según el Plan Director de la Cooperación Española) y la lista de países pobres a los que se condonará la deuda externa, más allá de los acuerdos del G-8 en Londres del pasado mes de junio.
El cumplimiento de los Objetivos del Milenio está intensamente unido al proyecto de Alianza de Civilizaciones que presentará Rodríguez Zapatero en la asamblea general de la ONU, y que cuenta con el apoyo de Kofi Annan. No se puede establecer una relación directa entre hambre y pobreza, y terrorismo, pero todo el mundo concluye que ambas lacras sociales constituyen un caldo de cultivo que aprovechan los instructores de la violencia para seleccionar a sus falanges. Aunque la pobreza y la desigualdad no son lo mismo, tienen idéntica naturaleza.

miércoles, septiembre 7

Entrevista a Noam Chomsky

David Barsamian, La Jornada
- Háblenos un poco de Estados Unidos y de cómo nos beneficiamos del Imperio, si es posible utilizar ese pronombre colectivo. En Empire as a Way of Life, el historiador William Appleman Williams escribió: "los estadunidenses del siglo xx aman al Imperio exactamente por las mismas razones por las que lo amaron las generaciones de los siglos XVIII y XIX: porque les ofrece oportunidades renovadas, riqueza y otros beneficios y satisfacciones, incluyendo el sentimiento psicológico del bienestar y el poder". ¿Qué piensa usted del análisis de Williams?
–Creo que tiene razón, pero recuerde que este país no se formó como un imperio típico al estilo europeo; no fue, por ejemplo, el caso del imperio británico. Los colonos ingleses que llegaron a Estados Unidos no hicieron lo que hicieron en la India. No utilizaron a la población indígena para crear una fachada detrás de la cual gobernar. En gran medida, dejaron al país sin población indígena. La situación, entonces, fue bastante diferente. La población indígena de lo que hoy en día se llama Estados Unidos fue "exterminada", para utilizar el término que nuestros padres fundadores usaron. No la exterminaron por completo, pero eso era lo que creían que debía hacerse. Sustituyeron a la población indígena y Estados Unidos se convirtió en una especie de Estado de repoblación y no en un Estado colonial. La expansión del territorio nacional siempre se hizo sobre esta base, incluida la anexión de amplias extensiones de territorio mexicano. Si volvemos a la década de 1820, una de las primeras apuestas de la política exterior de Estados Unidos era apoderarse de Cuba. En esos años Thomas Jefferson, John Quincy Adams y otros consideraban a Cuba como el siguiente paso de la expansión, pero en el camino se encontraron con los británicos. La flota británica era mucho más poderosa y en ese momento no pudieron apoderarse de Cuba. John Quincy Adams, secretario de Estado en aquel entonces, hizo una declaración que se volvió célebre: por ahora debemos replegarnos y más tarde, por efecto de las "leyes de la gravitación política", Cuba caerá en nuestras manos como una "fruta madura". Esto significaba que, tarde o temprano, Estados Unidos incrementaría su poder y Gran Bretaña lo perdería, y que una vez que la fuerza de disuasión se retirara sólo nos quedaría recoger el fruto maduro. Eso fue, efectivamente, lo que sucedió en 1898, bajo el pretexto de "la liberación". Pero cada expansión de Estados Unidos, hasta la segunda guerra mundial, no se traducía en el establecimiento de colonias tradicionales. En aquella misma época, en 1898, Hawai fue ocupada con su población; fue robada por medio de la fuerza y el engaño. Y luego la población nativa fue sustituida y no colonizada. El caso de Filipinas es diferente; se parece más a una colonia. En ese sentido, los comentarios de Williams son correctos, pero creo que hacen referencia a un sistema imperial diferente. Si consideramos los imperios tradicionales, por ejemplo el imperio británico, no hay evidencias claras de que la población de Gran Bretaña haya ganado algo. En realidad se trata de una materia de estudio muy difícil, una especie de balance de costos y beneficios del imperio. Ha habido unos cuantos intentos por estudiar este aspecto, y en el caso de aquellos que valen la pena lo que se desprende, en líneas generales, es que los costos y los beneficios casi se equilibran. Los imperios son costosos. Gobernar Irak no resulta barato. Alguien tiene que pagar por ello. Alguien tiene que pagarle a las empresas que lo destruyeron y a las que lo están reconstruyendo. Y son los contribuyentes estadunidenses los que, en ambos casos, lo harán. Es decir, debemos pagarles para que destruyan el país y luego para que lo reconstruyan. Son dos regalos indirectos de los contribuyentes estadunidenses a las empresas estadunidenses. Y resulta que afectaron a Irak.
–No entiendo. ¿Cómo es que empresas como Halliburton y Bechtel contribuyeron a la destrucción de lrak?
–¿Quién le paga a Halliburton y a Bechtel? El contribuyente estadunidense. La institución militar bombardeó Irak y lo destruyó. ¿Quién financió esto? El mismo contribuyente. Primero se destruye Irak y luego se le reconstruye. Es una transferencia de riquezas de la mayoría de la población a una pequeña parte de la misma. Incluso en el caso del famoso Plan Marshall, eso fue lo que sucedió. Se habla de él como de un acto de "inimaginable beneficencia", pero ¿de quién vino ese acto de beneficencia? Del contribuyente estadunidense. De los 13 mil millones de dólares de ayuda que manejó el Plan Marshall, alrededor de 2 mil millones fueron a parar directamente a los bolsillos de las compañías petroleras estadunidenses. Este hecho formó parte del propósito de hacer que Europa pasara de una economía basada en el carbón a una economía basada en el petróleo, para que así algunos sectores de aquel continente se volvieran más dependientes de Estados Unidos. Europa tenía mucho carbón pero no tenía petróleo. Si se analiza lo que pasó con el resto de los 13 mil millones, la verdad es que sólo una parte muy pequeña de esa cantidad abandonó Estados Unidos. No hizo más que pasar de un bolsillo a otro.Si se estudia más detenidamente, el Plan Marshall ayudó a Francia a cubrir los costos del esfuerzo que hizo por reconquistar Indochina. Entonces, el dinero de los contribuyentes estadunidenses no sirvió para reconstruir Francia; sirvió para que los franceses compraran armas estadunidenses para aplastar Indochina. Se puede decir más o menos lo mismo de la primera etapa del Plan Marshall en Holanda y de para qué sirvió en Indonesia. Es un flujo complicado de ayudas y beneficios. Si volvemos al imperio británico, los estudios que al respecto se han hecho sugieren que los costos que el pueblo británico pagó estuvieron a la par de los beneficios que recibieron. También en este caso se trató de una transferencia interna de riquezas que enriqueció fabulosamente a los dueños de la Compañía de Indias y que representó un alto costo para las tropas británicas que murieron en la jungla. En buena medida, los imperialismos funcionan así, y uno de los elementos importantes es la lucha de clases interna.
–Puede ser fácil medir el costo en vidas, en número de soldados muertos, en dinero gastado. ¿Pero cómo se puede medir o, incluso, cómo se puede hablar de degradación moral?
–Si no se puede medir, es sin embargo muy real y muy significativa. Esa es una de las razones por las que los sistemas imperiales o cualquier sistema de dominación, incluida la familia patriarcal, visten sus acciones con un manto de beneficencia. Volvamos al problema del racismo. ¿Por qué es necesario que alguien que aplasta a una persona lo haga diciéndole que es por su bien? Porque si no, debe hacer frente a la degradación moral. Y una manera de evitarlo es decir: "En realidad soy una persona altruista que trabaja por el bien de todos." Si somos honestos, debemos aceptar que a menudo las relaciones humanas se dan de esta manera. Y la mayoría de las veces así funcionan las cosas al interior de los sistemas imperialistas. Es difícil encontrar un sistema imperial en el que la clase intelectual no haga el elogio de su benevolencia. Así es, incluso, en el caso de los peores monstruos. Cuando Hitler desmembró Checoslovaquia, el acto de desmantelamiento fue acompañado de una retórica maravillosa sobre la paz que este hecho traería a los grupos étnicos en conflicto, que así iban a poder vivir juntos en paz bajo la benévola supervisión de los alemanes. Hay que batallar para encontrar una excepción a este hecho. Y esto también vale, obviamente, para Estados Unidos.
–Mark Twain es conocido por haber escrito Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn, pero también fue un inquebrantable opositor a las guerras de agresión de Estados Unidos. Hace un siglo, formó parte de lo que entonces se llamaba la Liga Antiimperialista. En El misterioso extranjero escribió: "Y luego los hombres de Estado inventarán mentiras baratas, haciendo recaer la culpa en la nación atacada, y cada hombre se quedará contento con esas mentiras tranquilizadoras de conciencia, y las estudiará concienzudamente, y se negará a examinar las posibles refutaciones, y terminará por convencerse de que la guerra es justa, y dará gracias a Dios por el placentero sueño que ese grotesco proceso de autoengaño le proporcione." ¿Por qué esta faceta de Twain permanece casi totalmente oculta?
–Es una historia interesante. En los últimos años de su vida una de las principales actividades de Twain fue su decidida participación en el movimiento de oposición a la guerra de Filipinas. Twain escribió ensayos antiimperialistas magníficos. Pero no se encuentran referencias de ellos en ninguna parte. Creo que la primera publicación general al respecto fue un libro, Mark Twain’s Weapons of Satire, editado por Jim Zwick hace alrededor de diez años. Syracuse University Press publicó una colección de sus ensayos antiimperialistas. Si la memoria no me falla, la introducción de Zwick señala que las biografías oficiales no hacen referencia a esos escritos, aunque tampoco son un secreto. ¿Por qué? La pregunta lleva su propia respuesta: no se quiere que alguien destruya el aura de benevolencia bajo la cual nos escondemos.

viernes, septiembre 2

Los amos del terror, por Jorge Arrate

2 de Septiembre del 2005, El Mostrador.
En Chile el uso de la intimidación como instrumento de campaña política ha sido una constante. Quienes la usan han sido siempre los mismos: la derecha. Sólo varía la intensidad con que las siembras de miedo, incertidumbre o potencial inestabilidad, han sido ejecutadas. En un mundo donde la inseguridad sobre el porvenir se ha hecho mayor, atemorizar con el futuro puede llegar a ser un arma eficaz. Por eso la intimidación es componente central de las “campañas sucias”. Este empeño indigno ha comenzado ya, a cuatro meses de la elección presidencial. Las “campañas sucias” nada tienen que ver con sustentar “valores”. Es contradictorio autoproclamarse campeón de los “valores”, como hacen hoy altos personeros de derecha, y al mismo tiempo convertirse en paladines de la “campaña sucia”. Sin embargo -hay que reconocerlo- siempre han existido, no son novedad. Cuando Aguirre Cerda encabezó el Frente Popular en 1938, la prensa de la época registra la forma como lo presentó la derecha: un demonio laico, masón, anticatólico, representante de sectores disolventes que perseguían romper la paz social y el orden moral. Allende, por su parte, fue víctima, especialmente en las campañas de 1964 y 1970, de la llamada “campaña del terror”. Tanques soviéticos, bebés arrancados a sus padres para ser enviados a Cuba, supresión de la libertad de expresión y de prensa. Las falacias continuaron durante su gobierno, difundidas por la extrema derecha financiada por sus apoyos externos. La dictadura de Pinochet y sus colaboradores militares y civiles hicieron uso intenso de la política del miedo. Su macabra presentación en sociedad el mismo 11 de septiembre y los días siguientes tuvo por objetivo infundir miedo. El llamado “Plan Z”, una elaborada pieza de terror sicológico, utilizaba el temor para generar adhesiones e inducir y amparar conductas criminales. En fin, Pinochet y los suyos gobernaron a través del temor. Para el plebiscito de 1988 las amenazas se escucharon de nuevo: el país se asomaba al caos si ganaba el “no”, la economía quedaba al borde del desorden total. Se dispararía el dólar, la inversión se iría al suelo, la inflación a las nubes, los capitales foráneos huirían despavoridos, el desempleo sería gigantesco. Joaquín Lavín fue uno de los principales difusores de estas tesis, deseoso como estaba, él y sus correligionarios, de que Pinochet gobernara hasta ¡¡¡ 1997 !!! Si se examinan con rigor las informaciones de aquellos años uno encuentra un patrón recurrente: Lavín y los suyos repiten los mismos anuncios catastróficos para la campaña de Patricio Aylwin en 1989. Pero no solo eso: cuando Aylwin ya es Presidente, en 1990, y se anuncia el primer proyecto de reforma tributaria, Lavín intenta sembrar, una vez más, el “terror económico”. En la campaña de Lagos en 1999 vuelven a resonar los mismos ecos, el mismo ansioso mensaje sobre la “ingobernabilidad”. Los maestros del miedo verdadero y del miedo inventado, los amos de todos los miedos, comienzan a ensayar ahora el “terror moral”. Presentan a Bachelet como un espectro que amenaza los “valores” y la “familia”, anuncian lo que hará una vez Presidenta ---aunque ella diga algo distinto--- y profetizan las tragedias que habrán de ocurrir en los años venideros. Debemos tenerlo claro: es sólo el comienzo. Experimentada en las “campañas sucias”, dueña y señora de todos los terrores, la derecha no vacilará. Debemos estar preparados y advertir a la ciudadanía sobre esta estrategia, con la serenidad demostrada hasta ahora y con el espíritu que prima en la Concertación, una alianza donde conviven diferencias legítimas pero que está comprometida en las muchas coincidencias que recoge su programa. Los amos del temor agitarán los miedos en sus discursos. Y entonces, la mayoría de los ciudadanos se preguntará: ¿de qué valores están hablando?

miércoles, agosto 24

Entrevista a Gonzalo Martner, Diario Siete


“Nunca he querido ser parlamentario”

Lucy Dávila
Diario 7 lunes 22 de agosto 2005


El expresidente del PS, Gonzalo Martner, está bien alejado del protagonismo político que antes tuvo, aunque mantiene una oferta a ser candidato a senador que nadie le ha ratificado. Desde su crítica y ácida óptica, Martner aspira a una federación PS-PPD, y en lo inmediato, un cierre sin traumas del pacto electoral.

¿Qué sucedió finalmente con su candidatura senatorial?
Hay una negociación que ha resultado muy difícil entre socialistas y pepedés por disputas que implican posiciones elegibles claras. Desde el momento en que Carlos Montes declinó su opción en Santiago Oriente –por razones que yo no compartí- dije que no era posible que no hubiera nadie dispuesto a la tarea política de acompañar a Soledad Alvear, entendiendo que ella tiene un caudal de apoyo muy grande. No me pareció que el secretario general del partido declarara incluso que el PS no iba a llevar a nadie. Si no hay nadie más, yo estoy disponible.

¿Y la mesa del PS no ha aceptado?
Porqué la dirección del partido no ha tomado esto como para validarlo formalmente, hay que preguntárselo a ellos.

¿Viera-Gallo podría postular por Santiago Oriente?
Conversé con él y me dijo que no tenía en absoluto esa intención y que no le parecía una buena idea. Le dije que a mí me parecía una gran idea. Mi disposición ha sido representar el mundo progresista y de izquierda en un millón 600 mil electores, el 20% del electorado nacional. Alguien tiene que hacerlo. En eso quedamos y vamos a seguir conversando.

-¿No quiere ser parlamentario?
No tengo un diseño ni la voluntad de ser parlamentario. No lo he querido nunca, pero me pareció que había un deber de responsabilidad política en esto y el que no hubiera ningún socialista para acompañar a Soledad me pareció el colmo. Por eso me ofrecí. Por lo tanto, me desofrezco de inmediato si es que hay otra persona que esté dispuesta con seriedad a tomar esta decisión.

¿Qué opina del episodio Navarro-Viera-Gallo?
Le dije en su momento a Alejandro Navarro que no veía por qué siendo él una figura respetable, joven, honesta, muy entregada a causas de los socialistas, la proyección de ese trabajo tenía que traducirse en sacar de la pista a Viera-Gallo, que es un senador talentoso, con el cual muchas veces he disentido en política. Lo que tenemos que hacer es respetarnos y no acuchillarnos. Se ha hablado de sangre azul y de otras cosas odiosas. No es así. Viera-Gallo es un gran representante popular elegido con muchos votos. Había opciones senatoriales para Navarro en otra parte o por último mantenerse en la Cámara. No porque una encuesta no es muy favorable, se renuncia o se acuchilla por la espalda. No creo en esos métodos. Esa es la política antigua.

¿Porqué el PS no ha capitalizado el éxito de lagos y de Bachelet?
Porque lo antiguo no termina de fenecer y lo nuevo no termina de emerger. Lo nuevo ha sido Lagos y ciertamente Bachelet; y el PS, desgraciadamente, más allá de los esfuerzos, no logra salir de un esquema anquilosado de conflicto y lucha de corrientes. Hay quienes entienden la política como una ocupación de espacios de poder para sus cercanos y eso le hace daño al PS. La aspiración es que cuando termine el gobierno de Michelle tengamos una fuerza progresista, bajo una forma federativa.

¿Aglutinar al PS-PPD-PR?
Hay dos partidos que sucesivamente han tenido dos candidatos presidenciales comunes: Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, que desde 1989 han tenido candidatos a parlamentarios comunes; que mantienen en común un ideario progresista. Los dirigentes políticos debiéramos dar cuenta de esa realidad y buscar una estrecha coordinación. Y porqué no en una federación entre los partidos.

¿No se debió trabajar en esto en vista del gobierno de Bachelet?
La línea de coordinación entre el PS, PPD y PRSD en el contexto de la Concertación es crucial y fundamental. Nunca terminan de sorprenderme las pasiones que desatan los asuntos parlamentarios, pero francamente no son lo principal. Lo es proveer apoyo político sólido y contundente, que se exprese a su vez en una sólida mayoría parlamentaria para Michelle Bachelet.

¿Entonces le gusta la línea de Lagos de un partido que aglutine al PPD, PS y PR?
Hubiera sido mejor que él hubiera tenido una postura proactiva mucho antes.

viernes, agosto 19

Los díscolos y el buen Senado, por Jorge Arrate

El Mostrador, 12 de Agosto del 2005
Dos nuevos conceptos circulan en el lenguaje político corriente: los “díscolos” y el “buen Senado”. Ambos son, una vez más, la expresión de un sentido común de derecha y demuestran el predominio que las posturas conservadoras sustentan en los medios de comunicación y, desgraciadamente, más allá de ellos. Porque ambos conceptos, a juzgar por las informaciones de prensa, parecieran haber infiltrado también la forma de pensar de sectores concertacionistas. Por fortuna, Michelle Bachelet, en una intervención que ha sido poco publicitada, rechazó de modo terminante el concepto de “díscolos”. Para mí no hay díscolos, dijo. Ni políticos, ni estudiantes, ni periodistas. Es que la expresión sugiere claramente un orden, una disciplina, una uniformidad que sólo pueden satisfacer a la derecha. El término encubre un sentimiento poco democrático, sin respeto por las diferencias, censurador, antilibertario. La idea de los “díscolos” está asociada estrechamente con el concepto del “buen Senado”. La prensa ha dicho que algunos concertacionistas de espíritu protector y responsable han asumido por su propia decisión la tarea de cuidar que el próximo gobierno, el de Bachelet, no deje de tener el “buen Senado” que han tenido los tres primeros gobiernos de la Concertación. Se trata de los cuidados del sacristán: laboriosas manipulaciones de prudentes inteligencias que viven la ensoñación del “no conflicto”, de la sociedad reencontrada en la falta de dinamismo social, en sus desigualdades, en su hipocresía. Por ese camino aquellos sabios lograrán finalmente despojar a la Concertación del alma que la constituyó, que fue díscola, irreverente, anti-autoritaria. En todo caso, la idea del “buen Senado” incita la memoria. Tengo recuerdos del “buen Senado”. Quince años de senadores designados. Al comienzo eran todos de derecha, una herencia dejada por Pinochet. Luego se agregaron los vitalicios. ¿Quién? El propio Pinochet. ¿Recuerdan cuando se sentó por primera vez en la sala del Senado y los senadores socialistas, PPD y radicales levantaron carteles con los rostros de desaparecidos? ¿Recuerdan las expresiones de quien presidía el “buen Senado” cuando logró que depusieran su actitud? ¿Recuerdan cómo Pinochet, cuando se suprimía el 11 de septiembre como feriado, se subió por su cuenta a la testera y se sentó en el centro del “buen Senado”? Yo recuerdo que el “buen Senado” estaba plagado de ex comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas que, tarde o temprano, terminaban siendo todos de la UDI. Recuerdo que uno de ellos, luego electo democráticamente, aceptó ser candidato de la UDI al “buen Senado”, cuando aún ejercía su función. También mi memoria registra la llegada al “buen Senado” de un hombre tan rico que dejó una huella imborrable en Valdivia: son muchos los pobres que recuerdan que pagaba las cuentas de agua y luz de manzanas enteras. Hay diversos caminos para llegar al “buen Senado”... Si bien la mayoría de los senadores son políticos que han sido electos democráticamente ---aunque en un sistema electoral binominal, que no es democrático--- hay otros que fueron simplemente designados, que nunca fueron electos o que operaron con la potencia del dinero para llegar allí. El Senado ha sido durante quince años el lugar donde han muerto muchas de las aspiraciones programáticas de la Concertación. Allí, en el “buen Senado”, se han debido negociar cuestiones claves que la Concertación hubiera querido realizar pero que no pudo. Recuerdo las reformas laborales, recuerdo el rechazo por un voto de la idea de legislar (!!!) en el “buen Senado”. ¿En el acoplamiento entre el “buen Senado” y el Tribunal Constitucional cuántas iniciativas concertacionistas naufragaron? Ahora, con las nuevas reformas, desaparecerán los designados y los vitalicios. Lamentablemente esto ocurre cuando la Concertación lograba a través de ellos una mayoría importante en el Senado. Pero, ya no sirven a la derecha y para que el “buen Senado” no se convierta en “mal Senado” la derecha ha pasado a ser adalid de su supresión. Sin embargo, el sistema binominal no debe ser tocado. La izquierda fuera de la Concertación no ha tenido en quince años ni siquiera uno de los cuarenta y ocho senadores, consagrando un fenómeno de exclusión inaceptable. ¿Será un órgano que se elige por un sistema antidemocrático y que consagra exclusiones ciudadanas tan severas, un “buen Senado”? Buen Senado, para la derecha. De eso se trata, muy a pesar de muchos de sus integrantes de espíritu democrático. Entonces, no aceptemos que nos cuenten historias. El Senado ha sido, como institución, el centro del poder de veto de la derecha y el pinochetismo, durante quince años. Llamar a eso el “buen Senado” es más que un chiste, es una burla.

martes, agosto 16

Una nueva Constitución, por Gonzalo Martner




El Congreso Pleno ha consagrado un conjunto de reformas a la constitución de 1980. Ya no llevará la firma del dictador.
Se termina con la inamovilidad de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y director de Carabineros. El Presidente de la República podrá llamarlos a retiro mediante decreto fundado e informado previamente al Senado. El Consejo de Seguridad Nacional cambia su composición y reduce sus atribuciones. Será un órgano asesor del Presidente y estará integrado por los presidentes del Senado, de la Cámara, de la Corte Suprema, los comandantes en jefe, el director de Carabineros y el contralor general de la República.

Se reduce el período presidencial de 6 a 4 años. Para ser Presidente de la República se rebaja la edad de 40 a 35 años. Se eliminan los senadores designados y vitalicios y se establece que el Senado estará compuesto por 38 miembros (actualmente es de 48). La edad para ser elegido senador disminuye de 40 a 35 años. Las vacantes de diputados y de senadores se proveerán con el ciudadano que señale el partido político al que pertenecía el parlamentario que produjo la vacante.

Se otorga rango constitucional a las comisiones investigadoras y podrán constituirse a petición de, a lo menos, dos quintos de los diputados en ejercicio. Los ministros, funcionarios de la administración y personal de empresas del Estado o donde éste tenga participación mayoritaria estarán obligados a comparecer y proporcionar antecedentes. Se obliga a los ministros de Estado a concurrir personalmente a las sesiones especiales a que sean convocados por la Cámara de Diputados o el Senado. Se permite renunciar a sus cargos a los diputados y senadores cuando una enfermedad grave les impida desempeñarse y así lo califique el Tribunal Constitucional. El Tribunal Constitucional estará integrado por 10 miembros, de los cuales 3 serán elegidos por el Presidente, 4 por el Congreso y 3 por la Corte Suprema. Durarán nueve años en el cargo. Se establece que el Estado promoverá la solidaridad territorial y la creación, supresión y denominación de regiones, provincias y comunas, así como la modificación de sus límites y fijación de capitales será materia de ley.

Se facilita la adquisición de nacionalidad para los hijos de chilenos nacidos en el exterior.

La aprobación de todas estas materias son avances sustanciales. Pero no constituyen un cierre de la controversia constitucional ni le otorgan la legitimidad suficiente a un instrumento que debiera ser respetado y valorado por todos. No es el caso de la actual constitución.

En particular, su sello sigue siendo conservador en una cuestión esencial (y no podría ser de otro modo, dada la composición ilegítima del actual senado): el enunciado de los derechos que la constitución debe cautelar. No se modifica la orientación liberal, y enfocada en la cautela casi exclusiva de la propiedad privada, de los derechos fundamentales descritos en el artículo 19, ni se moderniza de acuerdo a la doctrina contemporánea el enunciado de los derechos civiles y políticos, de exigencia inmediata por los ciudadanos, ni de los derechos sociales, económicos, ambientales y culturales, de exigibilidad progresiva. No es de extrañar que la definición del Estado chileno como un Estado Democrático y Social de Derecho, promovida en su momento por Enrique Silva Cimma, fuera rechazada, como lo fueron la iniciativa popular de ley, el reconocimiento de los pueblos originarios, el derecho a voto de los chilenos en el exterior, la creación del defensor ciudadano y tantas otras definiciones constitucionales progresistas.

Por supuesto, la guinda de la torta está en la tan chilena manera de maquillar las cosas sin resolver nada como el traslado del sistema binominal de la constitución a la ley orgánica, pero ...subiendo el quórum como si fuera constitucional. Se requerirá para terminar con este sistema de 23 de los 38 votos del senado, es decir tres quintos, en vez de los ya ilegítimos 22 votos, es decir cuatro séptimos, establecidos para las leyes orgánicas constitucionales desde 1989, y no de 20 votos (para la Cámara de Diputados los requisitos son proporcionalmente los mismos). En cualquier democracia normal, estos temas se resuelven con la mitad más uno de los parlamentarios en ejercicio, como quórum más exigente (siendo el menos exigente el de la mayoría simple de los presentes en la sala). Por lo demás, no otra cosa señalaba la constitución de 1980 original: en la negociación de 1989 se cometió un inmenso error al aceptarse subirlo a 4/7 de cada cámara en el caso de las leyes orgánicas.

La exigencia progresista de una nueva Constitución democrática se mantiene entonces inalterable, para conformar un nuevo Estado Democrático y Social de derecho y de libertades, de promoción de los derechos humanos y de lucha contra las discriminaciones de género, étnicas y de orientación sexual, de participación amplia en la formación de la ley, abriendo una nueva etapa descentralizadora y terminando con el sistema binominal para abrir curso de una vez al respeto del principio elemental de la democracia: el de que las mayorías mandan (y no las minorías como es el caso de Chile, sin cuyo concurso ninguna ley importante es aprobada, conculcando radicalmente a la democracia), respetando el derecho de las minorías a transformarse en mayoría a través de elecciones periódicas si convencen a los ciudadanos.

El camino a seguir podría ser la nominación por el próximo gobierno de una Comisión Constitucional amplia y pluralista, que redacte un nuevo texto más simple, más comprensible para el ciudadano común, claro en el enunciado de deberes y derechos y en las normas de funcionamiento de nuestras instituciones, en un marco de amplia legitimidad a través de la recolección de las más diversas opiniones ciudadanas y la posterior aprobación por el Congreso Nacional.

Existe hoy en Chile una suerte de consenso pasivo que ha permitido a nuestra democracia funcionar y progresar, pero que ha tenido como contrapartida un creciente desprestigio de la política, de los partidos, de los parlamentarios. En Chile este fenómeno tiene su origen básico en la falta de legitimidad de su proceso constituyente, primero en un contexto de dictadura y luego de una década y media de debates en un Congreso que no pudo darle a este proceso la proyección democratizadora necesaria.

Llegó el momento de dar por terminada la transición no para consagrar una institucionalidad endeble e imperfecta, sino para abordar con renovada energía democrática la tarea de dotar a Chile de una nueva Constitución que a todos nos represente.

miércoles, agosto 10

El PS necesita reformarse, entrevista a Jorge Arrate


El Mostrador, 10 de Agosto del 2005
Jorge Arrate hace feroz autocrítica: 'El PS necesita reformarse porque carece de política de inserción ciudadana', por Susana Jaramillo
Un descarnado análisis de la situación interna de la colectividad hizo el ex ministro y embajador. Básicamente, debido a lo que pasó en el último Comité Central, en que por votación secreta, la dirigencia socialista apoyó al diputado tercerista Alejandro Navarro para que postule como candidato a senador por la Octava Región Costa en diciembre próximo. Dedicado a escribir columnas políticas en dos medios de comunicación -Rocinante y El Mostrador.cl- y a sus labores en el directorio de la Universidad de Arte y Ciencias Sociales (Arcis) se encuentra por estos días Jorge Arrate. Este militante socialista, quien desde 1990 a 1992 fue presidente del PS y luego se encargó de los ministerios de Educación y del Trabajo durante los gobiernos de Patricio Aylwin y Eduardo Frei, respectivamente, hace un análisis crítico de lo que está pasando en su colectividad, a partir de lo que ocurrió fundamentalmente en el último Comité Central con la bullada votación entre el diputado Alejandro Navarro y el senador José Antonio Viera-Gallo. Además, Arrate, quien pertenece a una nueva tendencia en el conglomerado, denominada Nuevo Socialismo, que encabeza el ex presidente, Gonzalo Martner, resalta el liderazgo de la candidata Michelle Bachelet y la necesidad de que el PS se ponga en “sintonía” con ello para lograr un crecimiento sustentable en el tiempo. -A raíz del último Comité Central se inició un fuerte debate respecto al reagrupamiento de tendencias.
-¿Hubo un hecho natural o programado para generar este realineamiento de corrientes durante esa jornada?
-Yo creo que los problemas en el Partido Socialista tienen dos orígenes: El primero guarda relación con la falta de normas claras sobre cómo se designan a los candidatos, y eso es responsabilidad de quienes asumieron la dirección del PS en el último Congreso luego del derrocamiento de Gonzalo Martner. Es muy difícil sustituir las normas por acuerdos, ya que cuando hay reglamentos los procedimientos son mucho más nítidos y eso se lo manifesté a los dirigentes Ricardo Núñez y a Camilo Escalona, a través de una carta, hace un par de meses. Y el segundo problema de la colectividad es que tiene muchos buenos candidatos, y eso es paradojal, ya que si fuera por aspirantes que tienen capacidad de doblar, la lista sería bien fácil: Isabel Allende, Juan Pablo Letelier, Alejandro Navarro, Camilo Escalona y Pedro Muñoz. Pero los acuerdos requieren equilibrios políticos, entonces el PS está sobredotado de buenos postulantes en estos momentos y eso hace que la dirección tenga que hacer un ejercicio muy complicado. Y en este caso en particular, el ejercicio se resolvió mediante un acuerdo en un procedimiento y eso fue la votación del Comité Central, la que fue aceptada tanto por Navarro como por Viera-Gallo. -¿Pero hubo un alineamiento natural de tendencias-Yo no lo sé, porque no soy miembro del Comité Central. He leído en la prensa que se realizó una suerte de agrupamiento de corrientes, pero si es que se produjo, se hizo por un caso específico. En todo caso, yo entiendo que la votación fue secreta y transversal. Por ejemplo, gente de la Octava Región, que se identifica con la línea de Escalona, votó por Viera Gallo, y, a la vez, hubo militantes de la llamada megatendencia como el senador, Carlos Ominami, que apoyaron al diputado Navarro. No creo que esto haya marcado un corte de larga proyección en el partido.
-Según Martner el apoyo de Escalona a Navarro fue una operación para quedarse con la presidencia del partido. ¿Cuál es su opinión?
-No he hablado con Camilo y no conozco ese análisis, de modo que no puedo afirmar una cosa o la otra. Pero, de todas maneras, es apresurado en este momento poner por delante las elecciones internas, porque lo que importa ahora es fortalecer el gran liderazgo de Michelle Bachelet para ganar las elecciones presidenciales y parlamentarias. Luego es indispensable poner a disposición de la Presidenta a la gente del PS para el nuevo gobierno y después la colectividad debe promover un gran debate y diálogo para ver cómo inicia un proceso de reforma. Yo creo que el PS tiene la potencialidad y la voluntad de reformarse y eso significa pensarse de otra manera para un esfuerzo político distinto, reafirmando la definición de izquierda del PS para que realmente establezca una forma diferente de relacionarse con la ciudadanía.
"Autocrítica muy profunda"
-¿Usted cree que el PS necesita una autocrítica?
-Yo creo que necesita una autocrítica muy profunda. Yo soy muy crítico sobre el funcionamiento del partido a través de corrientes que son verdaderos destacamentos cerrados. En todos los partidos hay corrientes, y me parece bien, pero cuando éstas se transforman en cristalizaciones que se cierran y que crean sus propias lógicas, que no necesariamente son coincidentes con las de la colectividad, hay un problema. Además pienso que el partido, más allá de valiosos esfuerzos individuales o en determinados sectores, le falta una sólida política de inserción ciudadana. En la actualidad, los socialistas vivimos una paradoja: tenemos el tercer liderazgo histórico de Bachelet, después de Marmaduque Grove y Salvador Allende, el que está basado en una relación especial con la ciudadanía y en ese sentido el partido no es capaz de reproducir ese efecto. Entonces, es una contradicción que el PS debe superar.
-Gonzalo Martner incluso llegó a afirmar que la colectividad está en crisis
-Una de las características históricas del PS es su vitalidad interna, y quizás no hay período de la historia en que el partido no esté movido por grandes debates y tensiones. Yo no diría que el PS está en crisis cuando tiene una candidata presidencial que será Presidenta de Chile, cuando ha logrado sortear con dignidad muchas dificultades, como 15 años de una transición que ha sido muy complicada para los socialistas... Quizás hay una crisis coyuntural de entendimiento interno.
-Se lo pregunto porque en la última encuesta del CEP, partidos como el PPD, crecieron en su apoyo popular, sin embargo el PS se mantiene...
-Eso es por la falta de una política socialista que se oriente a establecer una relación distinta, muy fluida y muy estrecha con aquella ciudadanía, que no quiere ser miembro de un partido pero que posee ideas políticas. Yo creo que es eso lo que falta en la colectividad. Es cierto que no hemos tenido un crecimiento fuerte, pero tenemos una base muy sólido y si mañana, espero que nunca vuelva a ocurrir, se instalara una dictadura de 17 años con represión y violaciones a los derechos humanos, seguirá existiendo el PS. Yo no sé si otros partidos podrían decir lo mismo.
Próximo Comité Central: “No creo que se anule lo hecho por el anterior”
-El presidente del PS, Ricardo Núñez, dijo que quizás este nuevo Comité Central, del 19 de agosto, puede borrar todo lo realizado en el anterior. ¿Cuál es su percepción?
-Núñez es un hombre de mucha experiencia y tiene una ventaja muy importante en este proceso, que es que no tiene intereses personales en juego. Yo creo que eso es bueno porque puede articular acuerdos que sustituyan normas. No entiendo que él haya querido decir que lo que se acordó un día se pueda borrar al siguiente...En el caso de la elección del candidato a senador por la Octava Región, mi criterio, más allá de si el resultado es bueno o es malo, es que el mecanismo (votación secreta) se apoyó y ahora el resultado debe ser respetado.
-Todo esto pasa por el tema de la negociación parlamentaria, que para Núñez ha sido una de las más difíciles, según manifestó hace un par de meses. ¿Usted considera que es tan complicado al punto que puedan competir el PS y el PPD?
-A mí me tocó la negociación de 1989. Yo era jefe del partido y después estuve en el gobierno, por lo que me aparté de ese proceso. Tengo la impresión que ésta es la negociación más difícil de los últimos tiempos porque antes siempre existían ciertos criterios y normas establecidas; sin embargo, aquí no hay normas...En todo caso, estoy convencido que se llegará a un acuerdo bueno para toda la Concertación. -El presidente del PPD, Víctor Barrueto, señaló que si hay competencia entre Letelier y el diputado Aníbal Pérez, por el cupo senatorial de la Sexta Región, quizás ello puede traer consecuencias incalculables para el subpacto electoral. ¿Puede quebrase el eje progresista?-Las relaciones entre el PS y el PPD son para escribir un tratado. Yo creo que lo que ha dicho Barrueto es parte de la negociación, pero no creo que vaya a afectar al subpacto.
-Pero el PPD no quiere competir con el PS en la Sexta Región.
-Aquí estamos todos metidos en el cinturón del sistema binominal, porque éste obliga a los partidos a mantener ciertos equilibrios y evitar las competencias. El binominalismo obliga a negociar y eso desprestigia a la política, al Congreso y a la democracia. Desde ya excluye a un 9 ó 10 por ciento, según la última votación municipal, de la ciudadanía que apoya a una línea política que nunca ha tenido representación en el Parlamento y eso es escandaloso. Cuando el PPD dice que nunca ha competido con el PS es cierto, pues ello puede significar algo mayor en el funcionamiento de la propia Concertación y del pacto progresista. Yo apuntaría, en los años que vienen, a una Concertación incluso más amplia de la que tenemos hoy en día, que permita, en distintos niveles, la participación de sectores que están por la democracia y por una línea progresista.
-¿Como el Partido Comunista?
-Yo me refiero a partidos de izquierda, a liberales democráticos. Hay que buscar fórmulas de articulación más allá de la Concertación porque la derecha en Chile es muy poderosa y para derrotarla hay que buscar reunir toda la fuerza posible.
-¿Cuándo usted habla de la derecha liberal se refiere a una parte de Renovación Nacional?
-Por ahora, le diría que me refiero a personas. Conocí en el PPD a personas de derecha liberales y auténticos demócratas.
-¿Pero hay un sector liberal de RN que dice tener esa posición?
-Conozco poco a la gente de RN y como hay una revoltura entre viejos pinochetistas y liberales con espíritu democrático, tendría que hacer una mirada con microscopio.