lunes, abril 11

Nueva democracia para un nuevo socialismo, desde Valparaíso

NUEVA DEMOCRACIA PARA UN NUEVO SOCIALISMO


“El socialismo es la más plena expresión de la democracia. En tal virtud, el Partido Socialista de Chile proclama su inclaudicable voluntad de contribuir siempre a la defensa y al constante perfeccionamiento de la democracia”.


Declaración de principios Partido Socialista de Chile



Estos primeros meses del 2005 han significado para el socialismo chileno un punto significativo en el proceso de reflexión que, explícita o tácitamente, se ha venido desarrollando a partir de los últimos años de la administración Frei y, con mayor fuerza aún, luego de las elecciones presidenciales que por estrecho margen, invistieron a Ricardo Lagos como presidente de Chile.

Este proceso de reflexión ha tenido como punto central la contradicción que para los socialistas supone, la administración de nuestro sistema político institucional, profundamente neo-liberal en su concepción, de democracia restringida o “protegida” en sus procedimientos o mecanismos de representación y sustentado en el principio de subsidiaridad de la acción del estado, lo cual es funcional al modelo económico de libre mercado y sus efectos regresivos en la distribución del ingreso. Esta contradicción es tal, ya que ha supuesto inhibir la capacidad y posibilidad de construir proyectos políticos de cambio para la sociedad chilena, orientados en la búsqueda de alcanzar los principios constitutivos de nuestro “Ser Socialista” de mayor igualdad, libertad y democracia, y ha significado su reemplazo por la política de “lo posible”. Es decir llevar adelante la implementación de políticas públicas que reduzcan los efectos regresivos del sistema y al mismo tiempo garanticen la estabilidad y seguridad de los intereses de los grupos económicos nacionales y del capital extranjero, al costo de no enfrentar el fenómeno de fondo que es la desigualdad de poder, tanto económico como político, presente en nuestra sociedad.

Esta opción, si bien pudo tener justificación en un primer escenario de transición a la larga se transformó en un rayado de cancha, casi imposible de cuestionar. Esta lógica de lo posible viene operando en Chile por quince años... y las preguntas subyacen: ¿Cuál será el momento adecuado para dar por superada la transición y comenzar a hacer política desde una lógica de competencia de proyectos políticos distintivos y transformadores en lo económico y social? , ¿Cuál es este proyecto? Y una tercera, ¿Cómo se demuestra la voluntad política de llevar adelante este proyecto, si ni siquiera hemos comenzado por lo básico que es ejecutar plenamente los programas de la propia Concertación ?. Colocar estos temas en el tapete de la discusión política socialista nada tiene que ver con auto-complacencia o auto- flagelancia, pero sí tienen mucho que ver con la construcción de un socialismo que no acepte el inmovilismo, que construya proyectos de futuro. Si la política es una competencia por el futuro, pues entonces que el socialismo sea una alternativa de futuro y no una administración repetitiva del presente o un eco lastimero de proyectos del pasado.

Esta estabilidad o inercia de la estructura política, se ha traducido en que al interior de los partidos políticos con representación parlamentaria, y en este caso solo daremos cuenta del PSCh, en el cual la discusión de ideas ha pasado a un segundo plano, podríamos decir que ha quedado más en el plano del discurso, el café o la academia, que en el de la agenda política real.

La posibilidad de discutir o aglutinar fuerzas en torno a proyectos políticos que incomoden al inmovilismo ha chocado con la opción férreamente asumida de administrar “lo que hay” y así manejar cuotas dentro de la administración, con ello el quehacer político se ha circunscrito a una lucha por entrar a como de lugar a este circulo de administración y una vez dentro... mantenerse a cualquier costo. Ya no importa para qué, lo importante es estar.
Desde esta perspectiva, el ordenamiento de fuerzas al interior de nuestro partido se lleva a cabo a partir de los réditos que significa adherir a tal o cual tendencia o “sensibilidad”. Según sea la exigencia del momento, se adhiere a tal o cual discurso, aún al costo de caer en la obsecuencia. Esto es hasta hoy lo que algunos publicitan como la “Lógica del Poder”, y que en realidad es la lógica de “Mi Poder”, lo que para efectos de la acción política orientada a proyectos colectivos, no empresariales si no POLÍTICOS, resulta no solo cuestionable, si no además ineficiente, no convocante y por lo mismo, electoralmente insuficiente.

Todo esto ha sido parte del debate socialista en el último tiempo. Sin embargo parece ser, como dijimos al comienzo, que este 2005 ha aterrizado el debate en dos realidades muy concretas y lo han sacado del pasillo, de la informalidad complaciente del café o de la discusión académica y lo han traído de vuelta al partido. Estas realidades concretas son la figura de Michelle Bachelet como depositaria de un apoyo ciudadano inédito y el efecto que esto produjo en las filas del socialismo expresado en el último congreso ordinario. Dos dos fenómenos que parecen hacer emerger una sola necesidad, acelerar la reformulación -que la sociedad nos exige- de la forma, los objetivos y los ordenamientos en nuestro quehacer político.


MICHELLE BACHELET: NUEVO LIDERAZGO, NUEVO GOBIERNO, nuevo socialismo.

Un clarín entona su toque de honores y dos figuras emergen por el portal que permite el acceso por el norte al Palacio de la Moneda. Una de esas figuras viste un clásico traje oscuro, y con seriedad camina pasando revista a la guardia de palacio, lleva terciada la banda tricolor que representa la investidura de Presidente de la República de Chile, obviamente es un hombre, como lo han sido todos los presidentes, Directores Supremos y dictadores en nuestra historia. Su imagen trae a la memoria el concepto de “Estadista”. A su lado, camina otra Figura, es una mujer, es médico, en ese momento ya es Ministra por segunda vez y, como tal, acompaña al Presidente, pero ese día ella es más importante que él, pues su figura lleva consigo toda una carga de símbolos, quizás tan potentes como la banda tricolor o la insignia de O´Higgins, es la primera mujer en la historia en ocupar la cartera de defensa, además es socialista, su padre fue asesinado y ella y su madre torturadas por agentes del estado pertenecientes a las ramas de la defensa nacional, que la ministra tendrá a su mando como titular de esa cartera. Es una mujer y es una socialista militante, al igual que Tohá, al igual que Allende. Sin embargo esos símbolos no revisten ninguna clase de revanchismo, todo lo contrario, dan cuenta de una apuesta de futuro, quieren significar un paso adelante en el desarrollo de la sociedad chilena, son símbolos que van cargados de memoria pero, al mismo tiempo, ofrecen una mirada al Chile de mañana, al Chile que queremos.

El paso de los meses demuestra que así lo entendieron todos. Fruto de su trabajo, inteligencia, capacidades y carisma esta mujer ha logrado posicionarse como primera preferencia de la ciudadanía para encabezar un nuevo periodo presidencial a partir de marzo del 2006. Los chilenos han visto en ella una mezcla de simbolismos y capacidades que la hacen encarnar un nuevo liderazgo, un nuevo “estilo de ser política”, el estilo Bachelet. ¿Que caracteriza este estilo?, ¿cuáles son los símbolos y las capacidades que hemos percibido en Michelle Bachelet que anuncian un nuevo tipo político, un nuevo liderazgo?. Responder estas preguntas desde una perspectiva objetiva es difícil, deberemos esperar a que los estudios de los cuentistas sociales den luces barnizadas de cientificidad para explicar este verdadero fenómeno. Sin embargo el esfuerzo que aquí realizamos no es científico, y no tiene pretensiones de serlo, es político, es un esfuerzo por describir los cambios que creemos señalan la culminación de un proceso de “fin de la transición” y la apertura de la posibilidad de volver a disputar proyectos políticos distintivos que profundicen la democracia, como un valor más que un procedimiento.

La figura de Bachelet representa para los ciudadanos la encarnación de los valores y las prácticas que debieran definir la acción política en el siglo XXI. Su imagen representa un modelo distinto al del “patriarca omnipresente y omnipotente”, Bachelet es un fenómeno que ya trasciende su condición y se potencia por su estilo de trabajo y liderazgo político. Para la opinión pública Michelle aparece como un símbolo de la pega bien hecha, ejemplificado en lo que todos recuerdan, la difícil tarea que le fue encomendada como Ministra de Salud de acabar con las filas de los consultorios en tiempo record, su primer logro visible ante la ciudadanía
Otro valor fue la sensación de cercanía que esta Ministra mostró en su relación con las personas y su empatía con los más sencillos, la prensa cubría sus variadas actividades en terreno y podía verse a una persona que se sentía cómoda, de trato afable y cariñoso, con la cual la gente se sentía considerada. En otros aspectos, se reconocía un estilo firme, pero no confrontacional, una mujer reconciliada con el pasado, pero no a costa del olvido. Al mismo tiempo se reconoce su capacidad de manejo político en ministerios tan sensibles como salud y defensa, su capacidad de trabajo en equipo, sumando su conocimiento al de otros para gestionar y crear soluciones.

Es evidente que el mayoritario respaldo que Bachelet ha logrado traspasar las barreras del socialismo, pero eso no nos debe hacer olvidar que sigue siendo una reconocida figura de nuestras filas. Esto representa una tremenda responsabilidad, pero también una oportunidad política que no se puede tomar a la ligera. La diversidad socialista puede y debe aprovechar la cercanía lógica que tiene con esta figura y demostrar a la ciudadanía que Michelle no es una casualidad, sino que representa valores presentes en nuestra forma de ver y vivir la acción política. Nuestro desafío es convertirnos en un instrumento de interacción con la ciudadanía, un aglutinador flexible y tolerante de las fuerzas diversas y ciudadanas que se identificarán con esta campaña. No nos olvidemos que aquel partido que logre identificarse mejor con el perfil de este nuevo liderazgo, tendrá una mejor oportunidad de convertirse en la base de apoyo político de la futura presidenta de Chile.

La preocupación de los socialistas y de la concertación debiera entonces centrarse en dar contenido al discurso de que este no será un cuarto gobierno, si no, un nuevo gobierno de la concertación. Debiéramos estar construyendo mecanismos que sustenten nuestro discurso de vocación por la democracia y la transparencia, y así como luchamos por primarias para elegir candidata presidencial, traspasar ese espíritu a la elección de nuestros candidatos al parlamento, o la configuración del programa de gobierno. Los socialistas debiéramos estar trabajando en aquellas ideas que desde nuestra impronta aportaremos como sello progresista y de izquierda a este nuevo gobierno, es decir aquellas propuestas con las que empujaremos hacia delante las barreras de lo posible.


NUEVO SOCIALISMO
(O LA SUPERACIÓN DEL ORDENAMIENTO CLÁSICO)

Creemos que lamentablemente el último congreso ordinario mostró que los socialistas no hemos entendido bien este escenario. En vez de dar cuenta de nuestra preocupación por el Chile que queremos y que encabezará una compañera de nuestras filas, el evento dejó la sensación de que fue mucho más importante “cortar” quienes decidirán las nuevas cuotas de poder, es decir hemos asumido los nuevos desafíos con las viejas respuestas. En este contexto, el PSCh debe darse cuenta que el ordenamiento interno que lo ha caracterizado en los últimos 15 años está obsoleto. Las contradicciones clásicas de izquierda y derecha dentro del partido están superadas por los hechos políticos y se han transformado en disputas orientadas a definir quien tiene el poder.
Hoy podemos encontrar intentos de romper con la inercia en ambas veredas de la otrora frontera interna socialista. Actores tan representativos de la renovación, como por ejemplo Jorge Arrate, han puesto en cuestión el devenir de estas contradicciones al declarar públicamente: ” la corriente de ideas llamada “renovación” postuló revisar y revitalizar el pensamiento socialista. No se propuso reemplazarlo o renunciar a él. Nunca fue una negación de la identidad de izquierda ni una coartada para aliviar la memoria de sus cargas negativas”. Por su parte también desde la renovación el Senador Ominami sostiene reiteradamente que a la política le hace falta más izquierda. Por su parte quienes se sienten parte de sectores de la denominada Izquierda partidista no han sido capaces de elaborar respuestas sólidas a la contradicción democracia - mercado y tampoco han tenido la claridad y generosidad de sumar esfuerzos en ese sentido, la dispersión ha sido la tónica.

Otro fenómeno que parece generar fuertes pugnas y desencantos al interior del PS es una separación cada vez más frecuente y evidente, entre lo que las realidades locales partidarias quieren y a veces exigen, y la lógica vertical, de nuestra institucionalidad partidaria. Esto sumado al poder cada vez más explícito que parlamentarios y autoridades regionales de gobierno ejercen sobre la acción política local, y por sobre las autoridades partidarias locales, las cuales además no tienen ingerencia sobre la nominación de estos personeros. Democratizar significa distribuir el poder, y esa distribución del poder debe pasar por una adecuada descentralización y desconcentración de ese poder. Avanzar en este proceso es hoy más necesario que nunca, sobre todo cuando la globalización impone desafíos, dificultades y oportunidades específicas a lo local.

Este cambio de lógica no basta solo con enunciarlo o con constatar su necesidad, es necesario que en nuestros niveles de acción política local iniciemos acciones orientadas a hacer respetar este espacio, a reclamarlo nuestro y a construirlo. Decir que esto se promueve o que nadie lo impide, y al mismo tiempo concentrar las herramientas que posibilitarían hacerlo, es más que una contradicción, es francamente una hipocresía.

Debemos partir por asumir el rol de actores con posición política en nuestro entorno, ya sea comunal o regional, y desde allí proyectarnos hacia una mirada más nacional. ¿No es posible acaso que nuestro partido genere propuestas de desarrollo regional, y las exponga a la ciudadanía?, ¿No es acaso posible que el PS de la comuna de Valparaíso tenga algo que decir acerca del Borde Costero o que el comunal Quillota exprese posición respecto al combustible más adecuado para operar la Central San Isidro? y así entregar a la comunidad un proyecto concreto al cual adherirse.

En síntesis lo que estamos apuntando es que la construcción de un nuevo socialismo que camine a la altura de los tiempos, pasa por la generación de nuevos perfiles de liderazgo, asociados a lo que los ciudadanos visualizan cuando optan por Michelle. Pasa también por la superación de las lógicas actuales de construcción partidaria, buscando nuevas alianzas de trabajo en red, con objetivos claros de poder pero también sabiendo para qué es ese poder. Pasa por revitalizar al PS como un actor atento a solucionar las contradicciones entre Democracia y Mercado, entre Mercado y Distribución del Ingreso, entre Mercado y Medio Ambiente, y otros tantos temas. Pasa también por construir fuerza política local y corregir la centralización del poder al interior del PS. Pasa en definitiva por practicar lo que tantas veces manifestamos en el discurso o en el papel.


SUSCRIBEN ESTE DOCUMENTO LOS SIGUIENTES COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS:

Alejandro Villa
Verónica Falk
Zunilda Martínez
Sergio Rojas
Mario Mandiola
Claudio Opazo
Pola Azúa
Ana Cuadra
Luis Azúa
Gilda Fuentes
Nora Azúa
Teresa Azúa
Fernando Flamm
Loreto Urbina
Eduardo Muñoz
Jorge Burgos
Lautaro Correa
Anibal Donoso