viernes, agosto 19

Los díscolos y el buen Senado, por Jorge Arrate

El Mostrador, 12 de Agosto del 2005
Dos nuevos conceptos circulan en el lenguaje político corriente: los “díscolos” y el “buen Senado”. Ambos son, una vez más, la expresión de un sentido común de derecha y demuestran el predominio que las posturas conservadoras sustentan en los medios de comunicación y, desgraciadamente, más allá de ellos. Porque ambos conceptos, a juzgar por las informaciones de prensa, parecieran haber infiltrado también la forma de pensar de sectores concertacionistas. Por fortuna, Michelle Bachelet, en una intervención que ha sido poco publicitada, rechazó de modo terminante el concepto de “díscolos”. Para mí no hay díscolos, dijo. Ni políticos, ni estudiantes, ni periodistas. Es que la expresión sugiere claramente un orden, una disciplina, una uniformidad que sólo pueden satisfacer a la derecha. El término encubre un sentimiento poco democrático, sin respeto por las diferencias, censurador, antilibertario. La idea de los “díscolos” está asociada estrechamente con el concepto del “buen Senado”. La prensa ha dicho que algunos concertacionistas de espíritu protector y responsable han asumido por su propia decisión la tarea de cuidar que el próximo gobierno, el de Bachelet, no deje de tener el “buen Senado” que han tenido los tres primeros gobiernos de la Concertación. Se trata de los cuidados del sacristán: laboriosas manipulaciones de prudentes inteligencias que viven la ensoñación del “no conflicto”, de la sociedad reencontrada en la falta de dinamismo social, en sus desigualdades, en su hipocresía. Por ese camino aquellos sabios lograrán finalmente despojar a la Concertación del alma que la constituyó, que fue díscola, irreverente, anti-autoritaria. En todo caso, la idea del “buen Senado” incita la memoria. Tengo recuerdos del “buen Senado”. Quince años de senadores designados. Al comienzo eran todos de derecha, una herencia dejada por Pinochet. Luego se agregaron los vitalicios. ¿Quién? El propio Pinochet. ¿Recuerdan cuando se sentó por primera vez en la sala del Senado y los senadores socialistas, PPD y radicales levantaron carteles con los rostros de desaparecidos? ¿Recuerdan las expresiones de quien presidía el “buen Senado” cuando logró que depusieran su actitud? ¿Recuerdan cómo Pinochet, cuando se suprimía el 11 de septiembre como feriado, se subió por su cuenta a la testera y se sentó en el centro del “buen Senado”? Yo recuerdo que el “buen Senado” estaba plagado de ex comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas que, tarde o temprano, terminaban siendo todos de la UDI. Recuerdo que uno de ellos, luego electo democráticamente, aceptó ser candidato de la UDI al “buen Senado”, cuando aún ejercía su función. También mi memoria registra la llegada al “buen Senado” de un hombre tan rico que dejó una huella imborrable en Valdivia: son muchos los pobres que recuerdan que pagaba las cuentas de agua y luz de manzanas enteras. Hay diversos caminos para llegar al “buen Senado”... Si bien la mayoría de los senadores son políticos que han sido electos democráticamente ---aunque en un sistema electoral binominal, que no es democrático--- hay otros que fueron simplemente designados, que nunca fueron electos o que operaron con la potencia del dinero para llegar allí. El Senado ha sido durante quince años el lugar donde han muerto muchas de las aspiraciones programáticas de la Concertación. Allí, en el “buen Senado”, se han debido negociar cuestiones claves que la Concertación hubiera querido realizar pero que no pudo. Recuerdo las reformas laborales, recuerdo el rechazo por un voto de la idea de legislar (!!!) en el “buen Senado”. ¿En el acoplamiento entre el “buen Senado” y el Tribunal Constitucional cuántas iniciativas concertacionistas naufragaron? Ahora, con las nuevas reformas, desaparecerán los designados y los vitalicios. Lamentablemente esto ocurre cuando la Concertación lograba a través de ellos una mayoría importante en el Senado. Pero, ya no sirven a la derecha y para que el “buen Senado” no se convierta en “mal Senado” la derecha ha pasado a ser adalid de su supresión. Sin embargo, el sistema binominal no debe ser tocado. La izquierda fuera de la Concertación no ha tenido en quince años ni siquiera uno de los cuarenta y ocho senadores, consagrando un fenómeno de exclusión inaceptable. ¿Será un órgano que se elige por un sistema antidemocrático y que consagra exclusiones ciudadanas tan severas, un “buen Senado”? Buen Senado, para la derecha. De eso se trata, muy a pesar de muchos de sus integrantes de espíritu democrático. Entonces, no aceptemos que nos cuenten historias. El Senado ha sido, como institución, el centro del poder de veto de la derecha y el pinochetismo, durante quince años. Llamar a eso el “buen Senado” es más que un chiste, es una burla.